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Es la hora de que los intereses políticos de jóvenes y mayores se tiendan la mano

Más allá de cuestiones ideológicas, las decisiones públicas que afectan a todas las personas se mueven por objetivos a conseguir o por la defensa de ideales que se llevan al extremo hasta desvirtuar la esencia de la lucha. Los populismos acechan y algunos expertos hablan ya de la necesidad de un contrato social entre generaciones que dé sentido común a la política actual

Emma Vicente EM 11-04-2023

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“Huele a elecciones”. Llevamos meses escuchando esa muletilla. Y es que estamos en otro año en el que acudir a las urnas va a ser recurrente. La fecha más inmediata está a la vuelta de la esquina, el 28 de mayo, que tendremos los primeros comicios en 12 comunidades (Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadura, Madrid, Murcia, Navarra y La Rioja), además de las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla, y todos los ayuntamientos españoles. Antes de que finalice 2023, como muy tarde el 10 de diciembre, fecha máxima para agotar la XIV Legislatura, volveremos a tener otra cita electoral, en este caso para las Elecciones Generales.

Este reportaje no trata de desgranar qué ofrecen las formaciones políticas ideológicamente para el colectivo de las personas mayores, ni tampoco de ver únicamente que pide este grupo de población. En este reportaje y teniendo como excusa la próximos comicios, nos alejamos de los discursos grandilocuentes con el objetivo de hacer una radiografía de la evolución de estos votantes, un grupo heterogéneo pero reivindicativo y que se aleja del perfil de hace solo unas décadas. Y además, desde estas páginas les invitamos a abstraerse por un momento del ruido político y de intentar ver qué está pasando, cómo se mueven las piezas del tablero político, si han cambiado las reglas del juego o si directamente ya estamos en otro pasatiempo... 

LOS POPULISMOS COMO TELÓN DE FONDO

En 2019, año con muchas citas electorales, el Ministerio del Interior contabilizaba un total de 5.273 partidos en su registro. A día 3 de abril son 4.475 las afiliaciones dadas de alta, y aunque se observa un descenso paulatino año a año desde el 2019,  sí es cierto que en 15 días que desde entremayores hemos hecho esta consulta, se han inscrito 49 formaciones nuevas. El hecho de que en mayo haya una cita electoral parece justificar este hecho. 

Pero vamos a contextualizar un marco general de a lo que aspiran estos representantes. Para ello, recurrimos a la catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad de Valladolid, Paloma Biglino Campos. Recientemente, en su intervención en la Cátedra de Monarquía Parlamentaria de la UBU, advirtió que “estamos viviendo un fenómeno de sobrepuja –por parte de los partidos políticos– en la búsqueda de votos” que les conduce a radicalizarse cada vez más hacia un extremo u otro del espectro político para diferenciarse de sus adversarios, radicalizándose cada vez más. Y, lo que es peor, apunta Biglino, “hay sectores que niegan esa radicalización”. “Los partidos deben reflexionar y ser los principales antídotos contra el populismo”. En su conferencia ‘Monarquía, parlamentarismo e independencia del poder judicial frente al populismo’, Biglino afirmó que “el populismo no es una ideología, si no una estrategia para alcanzar el poder”, que se basa en “fomentar la distancia que separa a los representados de sus representantes” elegidos democráticamente, “sean quienes sean, asegurando que solo ellos, los populistas, pueden representar a la ciudadanía”. 

Esta idea es quizás el caldo de cultivo de donde puede haber emergido esa polarización de la sociedad. A ella, nosotros nos aproximaremos desde otro punto de vista: la urgente necesidad de introducir la perspectiva intergeneracional en los procesos políticos de toma de decisiones

Aunque se mantiene la visión romántica de la España de derechas y de izquierdas, la España actual se debate más entre defender unos ideales que interesan más a los jóvenes y los que afectan más a los mayores. Esa es la dicotomía. Y en esa defensa de las inquietudes de unos y otros se mueven las propuestas electorales de los partidos políticos, cuyo posicionamiento puede suponer pescar en uno u otro caladero de votos, sobre todo, teniendo en cuenta que los votantes mayores de 65 años doblan ya al de menores de 35, y sabiendo, además, que es un perfil que se moviliza masivamente en las convocatorias electorales. A esto se suma que, como observa Víctor Omar Dabbagh Rollán en su artículo ‘Participación política de las personas mayores: Más allá de ir a votar’, “la población de personas mayores está inmersa en un proceso lento pero constante de empoderamiento gracias a su cada vez mayor nivel educativo, que, junto a otros aspectos, como el estatus socioeconómico o las facilidades existentes para participar en política, le ha permitido ser más consciente de sus capacidades y, por tanto, tener un papel más activo dentro del contexto social y político”. De ahí que, aunque tibiamente, han empezado a organizarse políticamente y a aspirar a entrar en el escenario público. Sin embargo, aunque se observan algunos ejemplos que podrían llevarnos a pensar en una gerontocracia, la dualidad que infiere esta palabra no parece que se traslade a efectos reales a la política española: ni en su vertiente de formar un Gobierno solo integrado por personas de edad avanzada, ni tampoco que las políticas públicas estén únicamente enfocadas hacia los intereses de las personas mayores.


NECESIDAD DE CAMBIO

Así pues, el contexto es este: afloran los populismos y el discurso político separa a las generaciones. ¿Cómo se resuelve este asunto? Fidel Molina-Luque nos da una idea en su libro ‘El nuevo contrato social entre generaciones. Elogio de la profiguración’. Profiguración es un vocablo nuevo pero que invocan muchas propuestas de los partidos y demandan muchos aspirantes a representarlos, y es esa “necesidad de un cambio de mentalidad que nos permita establecer un nuevo contrato social basado en el altruismo hacia las generaciones actuales y las que vendrán”. 

Imano Zubero, doctor en Sociología y profesor titular en la Universidad del País Vasco, publicó en 2018 el artículo ‘Envejecimiento activo y participación política’ en el que se justificaría esta necesidad. El político Joan Subirats, en su aportación al Libro Blanco sobre Envejecimiento Activo decía que “se considera a las personas mayores como objeto de atención, más que como sujetos dotados de autonomía, y mucho menos como personas capaces de desarrollar críticamente esa autonomía”. Es más lo que puede la Administración hacer por ellos pero sin contar con ellos: “Todo para las personas mayores, pero sin contar con las propias personas mayores. Despotismo ilustrado para mayores de 65 años”, subraya Zubero. También incide en una idea que retrata el momento actual. “Se asimila y reduce la realidad de persona mayor a la condición de persona jubilada. Incluso las iniciativas de carácter político-representativo, en forma de partidos concurriendo a convocatorias electorales, se construyen en torno a la condición de jubilada o pensionista de la persona mayor, con lo que esto supone de sesgo de género, de clase social”.

Todo apunta a que la edad –por su movilización a la hora de votar y por su preponderancia demográfica–se ha convertido en un ‘cleavagepolítico. Recordemos cuándo surge esta idea que puede estar produciéndose ahora. En 1967, Seymour Martin Lipset, sociólogo y político de los Estados Unidos, y Stein Rokkan, politólogo y sociólogo noruego, popularizaron este concepto, que puede traducirse como ‘ruptura política’, para definir lo que consideraban una división social (cada grupo social o cleavage tiene unas características específicas que lo distinguen del resto como el estatus, la religión, la etnia, etcétera). Es decir, se trata de una división dicotómica de la sociedad en dos bandos enfrentados que vienen determinados por la posición de los individuos en la estructura social. “Como esta división es muy profunda, acaba configurando alineamientos entre los dos bandos de la sociedad y los partidos políticos”, advierte Zubero.

Se presupone una nueva ruptura política entre baby boomer (las personas nacida después de la Segunda Guerra Mundial) y millennial (aquellas nacidas entre 1980 y 1995), y esto podría justificar a lo que aludíamos al principio del reportaje, que no es otra cosa que los “populismos”, y que “prefiguran un escenario de guerra cultural entre las generaciones más jóvenes, partidarias de las tecnologías, el feminismo, la diversidad, el cosmopolitismo, y las generaciones más viejas, que reaccionan con resentimiento frente a todos esos procesos y valores, que generan inseguridad e incertidumbre”, como se describe en el libro ‘Populismos’, de Fernando Vallespín y Máriam Martínez-Bascuñán. 


¿CUÁL ES LA DERIVA?

Así pues, esto tipo de realidades contrapuestas pueden derivar en un conflicto intergeneracional, no solo en cuanto a la intención de voto, sino en lo que unos y otros quieren hacer con la distribución de los recursos públicos y como consecuencia, en la definición de cuáles deben ser las grandes apuestas políticas de un país. 
Por tanto, “es urgente introducir la perspectiva intergeneracional en los procesos políticos de toma de decisiones”, como señala el profesor de Filosofía Política, Iñigo González Ricoy, en su artículo ‘Teorías de la justicia intergeneracional’.  

EMPODERAMIENTO POLÍTICO DE LAS PERSONAS MAYORES

Los debates del Congreso han elevado los decibelios y sus broncas enturbian el ambiente. Se han tomado medidas importantes, aprobado o reformado leyes que cuesta entender si benefician a alguien porque el acento se pone en otro lado. Mientras, en la calle, la divergencia ya no es entre partidos, sino qué decisiones apoyamos o no.

Así que quizás es importante reflexionar, y poner las luces largas para vislumbrar que las problemáticas que hoy amenazan a las personas mayores y a las jóvenes responden en casi todos los casos a causas comunes. 

Y asumir que la equidad intergeneracional debería ser la base para un nuevo contrato social. Sin embargo, tomando las palabras de nuevo de Zubero, “esto no será posible si no se produce un empoderamiento político de las personas mayores. Sin este empoderamiento, el vaciamiento de nuestras democracias no hará sino profundizarse”. Pero un empoderamiento con perspectiva intergeneracional. 




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