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Así viven los mayores su sexualidad

Hartos de pasar toda la vida acomplejados con sus cuerpos y rebosantes de experiencias, el sexo en los senior tiende a la diversidad, algo que los expertos aconsejan en aras de tener “repertorio” si la movilidad se limita o aparecen disfunciones

Redacción EM 14-09-2021

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Hablar de sexo y personas mayores no es abrir un melón: es abrir un montón de melones, y que dentro de esos melones haya otros más pequeños que también hay que abrir. Porque sí: los mayores tienen (y quieren) sexo. Una encuesta de 2019 por la marca de juguetes sexuales Lelo afirma que casi la mitad de las personas mayores de 60 años en España mantiene relaciones sexuales todos los meses, y un 21% lo hace de forma semanal.

A nadie se le escapa que este es el tema tabú por excelencia. Pero cuando se trata de personas mayores, hay que añadirle el factor edadismo, ya que según explica en una entrevista a entremayores el catedrático de Psicología del Envejecimiento de la Universitat de Barcelona Feliciano Villar, el sexo “se contempla como algo que ya no es apropiado para su edad”.

En opinión de Natalia Rubio, psicóloga experta en Educación Sexual y presidenta de la Asociación Estatal Sexualidad y Discapacidad, el origen de los tabúes tiene que ver con “la presencia de ciertos mitos sociales”, entre ellos, que el fin de la sexualidad llega con la menopausia, o que los la sexualidad se agota con el paso de los años. Otros mitos van por otros caminos, por ejemplo, que en la vejez ya no existen ese tipo de necesidades o que, como los cuerpos de los mayores ya no son atractivos, no son sujetos de manifestar esos deseos. Pero los mitos, mitos son. Ninguna de las afirmaciones anteriores es cierta. 

De hecho, Yeni Martín y Laura Santamaría, sexólogas de la asociación de educación y consultoría sexual Dialogasex que la propia Martín preside, afirman que ese tabú del sexo tiene consecuencias, que entre los mayores, es el silencio. Se trata de un colectivo que nunca ha oído hablar de sexualidad pero que, a su vez, tiene ganas de hablar de ello. Es hora de abrir melones.

CUERPOS, ERÓTICAS Y PLACERES
Para Rubio, lo más correcto es hablar de “sexualidad” antes que de “sexo”, que es una palabra llena de acepciones en el diccionario. Y lamentablemente, la sexualidad –en general, no solo cuando se trata de mayores–, a nivel social, prioriza ciertas conductas. Concretamente, el coito. “Esto hace que la sexualidad quede acotada a una idea muy reducida, estrecha y angustiante para las personas, que hace que, cuando pensamos en ello, nos vengan a la cabeza ideas de coitos, genitales y orgasmos”. En su lugar, la psicóloga propone plantearse la sexualidad de una forma “más amplia” y centrada en “los cuerpos, las eróticas y los placeres”.

En primer lugar, “hablar de cuerpos tiene que ver con el pudor, la desnudez y la intimidad”, aunque “también nos lleva a los sentidos, ya que hay muchas formas de disfrutar del cuerpo”. Por otro lado, las eróticas abarcan desde las miradas hasta el dormir abrazados, pasando por los besos. 

Por último, en cuanto a los placeres, cabe entrar a considerar que no tienen por qué residir en los genitales –de ahí el plural de la palabra–, sobre todo, por una cuestión práctica: si el día de mañana los genitales de una persona no funcionan como cree que deberían, su sexualidad podría venirse abajo. “Es importante aclarar que los genitales, a lo largo de la vida, nos van a jugar malas pasadas”, advierte Rubio, “y eso no es negociable”

LAS “MALAS PASADAS”
Cuando Rubio dice que los genitales nos van a jugar malas pasadas, hay que tener en cuenta, para empezar, la edad: “Nuestro cuerpo, y ciertos grupos musculares, no se desempeñan igual toda la vida”, afirma la psicóloga. En sí, el factor edad no tiene por qué afectar al desarrollo de la sexualidad. “Entre los 60 y los 70 años, la mayoría de personas mayores se conservan relativamente bien y sin problemas de salud. Y si los tienen, no suelen afectar a su vida cotidiana”, señala Villar. Sin embargo, en determinados casos sí pueden aparecer la disfunción eréctil por un lado y la sequedad vaginal por otro. “Estos problemas tienen solución”, indica el catedrático en Psicología, “pero cuando se experimentan este tipo de problemas, se cree que son irreversibles cuando, si se consulta con el médico, muchas veces pueden tener solución”. 

A esto hay que sumarle que, conforme sumamos años, la probabilidad que que aparezcan enfermedades aumenta. No tiene por qué ser nada grave: pueden ser cronicidades “llevaderas”, como la diabetes o la hipertensión, para las que en ocasiones se prescriben fármacos que pueden afectar al funcionamiento de los genitales, especialmente aquellos que se recetan desde las áreas de salud mental: más del 90% de la psicofarmacología tiene efectos sobre los genitales. Martín cuenta que no es tan raro “el caso del mayor que tiene un infarto y al que luego nadie habla de su vida erótica posterior”. Así, pueden surgir miedos que, mezclados con ciertos fármacos, pueden afectar a la vida sexual de los pacientes. “Los médicos no prescriben con mala intención, pero para ellos, lo importante es salvar la vida”, aclara la presidenta de Dialogasex.

Villar agrega que “entre los profesionales de la salud hay una presunción de que la sexualidad no es importante para los mayores, y por eso les prescriben medicamentos sin comentar sus posibles efectos secundarios”. Aunque al catedrático le consta que muchos médicos ya lo tienen en cuenta, “habría que asegurarse de que la dimensión sexual es tan importante como cualquier otra. Y la decisión de qué medicamento prescribir debe tener en cuenta esa dimensión”.

Rubio también opina que los profesionales médicos “avisan de si se puede conducir habiendo tomado las pastillas, pero hasta ahí. Si no explican también los otros posibles efectos adversos, las personas pueden atribuir los cambios en el funcionamiento de los genitales a otros motivos”. Por eso, merece la pena consultar con el médico la posibilidad de sustituir medicamentos para ciertas cronicidades por otros que tengan el mismo efecto pero sin que afecte (o sin que afecte tanto) en los genitales. “Pero esta intervención”, advierte Rubio, “no puede olvidar que los genitales tienen cierta gracia, pero no pueden llevarse toda la gracia del disfrute de la sexualidad”.

Porque no, ninguno de los cuatro expertos consultados por este periódico consideran que la sexualidad esté exclusivamente en los genitales. Entonces, ¿en qué más sitios podemos encontrarla?

NI PENES, NI VAGINAS
A la vista está que no podemos confiar en nuestros genitales para toda la vida, por lo que cabe ponerse a pensar en cómo disfrutar de la sexualidad sin centrarse solamente en ellos. 

Para Rubio, habría que “plantear el discurso de la sexualidad desde un punto de vista más amplio. Nos venden que está únicamente en los genitales, y lo que propongo es que quizá merezca la pena trabajar desde los cuerpos”. Para ella, las ideas de “genitales, coito y orgasmo” crean un “modelo perverso y tramposo”, porque exige “hablar de que la sexualidad se vive mejor con alguien, porque para tener coito se necesitan, como mínimo, dos personas”. 

Martín explica que como para los jóvenes lo más excitante es la penetración, para los mayores también, puesto que es lo que han aprendido. “Lo que pasa entre ímpetu de la adolescencia y la vejez es la oportunidad de conocerse, reconocerse y experimentar distintas prácticas eróticas donde descubran el placer”, indica la presidenta de Dialogasex. Por supuesto, hay quien explora el cuerpo en busca de otros placeres más allá del pene y el clítoris y hay quien continúa anclado en ese modelo de “sota, caballo y rey” que “hace que las relaciones se rompan”, advierte Martín, “porque ya saben cómo va a terminar la película”.

Con la llegada de la pérdida de movilidad asociada a la fragilidad de la vejez, Villar aconseja “asumir las limitaciones” y aprovechar esa idea más centrada en los cuerpos, las eróticas y los placeres. “La imagen que tenemos hoy en día de la sexualidad está muy vinculada a la juventud, que parece que tiene que ser lo más dinámica y salvaje posible, que exige que los dos miembros de la pareja lleguen al orgasmo al mismo tiempo, que todo se haga el mayor número de veces y que dure todo el tiempo posible”. Claro que esta idea de sexualidad puede tener cierto sentido en la juventud, pero lo pierde conforme se cumplen años: “La idea no es tratar de aferrarse a esa sexualidad, sino tener una idea más abierta de lo que supone esta dimensión humana. Que no solo se trata del coito, sino que es mucho más diversa, y que no tiene por qué estar centrada en los genitales: todo nuestro cuerpo puede ser sexual”.

El catedrático aboga por una mirada de la sexualidad “mucho más calmada, de saborear el momento y de recorrer el camino más que de llegar a una meta”, un punto de vista “más emocional” que se hace “mucho más accesible para las personas mayores”, permitiendo que puedan “seguir disfrutando del placer sexual hasta edades más avanzadas”.


EL PASO DEL TIEMPO Y LOS CAMBIOS EN EL CUERPO
Cuando hablamos de “mayores” en 2021, hay que tener en cuenta que aquellos que hoy tienen entre 60 y 75 años fueron los protagonistas de la liberación sexual, del destape, si bien España en ese momento atravesaba una difícil transición. “A esa franja de edad les tenemos muy poco que enseñar, más bien son ellos los que nos tienen que enseñar a nosotros”, afirma Feliciano Villar.
Sin embargo, la sexualidad está altamente vinculada con la belleza: cuerpos atléticos, caras sin arrugas... un estándar del que los mayores se quedan sistemáticamente fuera. No siempre fue así, claro está. 

Muchas parejas recorren el camino hacia la vejez de la mano, viviendo los cambios propios y del otro, por lo que la sexualidad, a veces, necesita cambios para poder continuar disfrutándola. “Se habla mucho de las limitaciones de los mayores, pero tienen un punto a favor, y es la experiencia”, señala Villar. “Ya saben qué les gusta, y si hay una buena conexión en el terreno sexual, la pareja puede incluso evolucionar a mejor”.

Por otro lado, en el tránsito hacia la vejez, también hace falta “volver a reconocer el cuerpo”, según afirma Santamaría, tanto en el sentido de sentirse atractivo o atractiva como en el de nuevas formas de placer (por ejemplo, ante la bajada de la lubricación). “Cuando los procesos de cambio son progresivos, no suele haber dificultades”, afirma Rubio. “Lo complejo es cuando esos cambios suceden de la noche a la mañana, y aquí aparecen los programas de atención integral, que deben trabajar, también, lo relacionado con la sexualidad”. En cualquier caso, recuerda que existen “productos de apoyo para el disfrute corporal” cuando aparecen limitaciones a nivel motor y funcional.

LA IMPORTANCIA DEL ENTORNO
Para expresar la sexualidad, hace falta poca cosa: con el deseo y el espacio para hacerlo, es suficiente. Y precisamente este último elemento, a veces, lo complica todo. Es el caso de muchos mayores que viven en residencias. 

“El modelo de residencias actual es muy asistencialista. Los profesionales no solo prestan apoyos a las personas, sino que a veces se dan permiso a tomar decisiones en la vida de los usuarios. En este ámbito se habla mucho de salud, de calidad de vida, de bienestar... Palabras que quedan muy bonitas sobre el papel, pero poco o nada tiene que ver con la realidad”, lamenta Rubio. El mayor problema que le ve la psicóloga a estos espacios es precisamente lo poco personalizados que están. “La humanización del entorno es imprescindible”, apunta. 

Si bien todo el sector está de acuerdo en que las residencias tienen que parecerse un poco más a un hogar que a un hospital, este paso no consiste solamente en cambiar el mobiliario de la residencia, sino que los residentes tienen que sentirse como en casa, y eso implica que puedan controlar los tiempos y espacios dentro de su habitación. Y esto último, los usuarios de residencias no lo tienen porque, según los expertos consultados, es muy frecuente que el personal de los centros sociosanitarios entren en las habitaciones –que muchas veces tienen que compartir con otros usuarios– sin llamar y sin justificación. Es decir, no existen ni la privacidad ni la intimidad.

“En las residencias existe la filosofía de que las personas mayores tienen que estar acompañadas y siempre haciendo cosas, siempre estimuladas, siempre con las mismas personas”, explica Rubio, a la vez que defiende la organización de “jardines de la intimidad” para los residentes, es decir, “espacios y tiempo para desconectar, para no hacer nada, para que nadie te hable, para llorar a solas, para nuestras manías... Y que si quieres disfrutar de tu cuerpo, puedas hacerlo sin espectadores”. La creación de estos “jardines de la intimidad” es importante porque todas las personas necesitan esos momentos a solas: “Cuando nos quitan nuestro jardín de la intimidad, acabamos desquiciados, igual que los concursantes de Gran Hermano. Porque precisamente en eso consiste el reality, defiende la psicóloga.

Villar, por su parte, reconoce que “los derechos sexuales de las personas mayores se violan sistemáticamente en las residencias”, pues estas “no son lugares que estén preparados, ni en su diseño ni en su funcionamiento, para respetarlos, sino más bien todo lo contrario”. De hecho, afirma que para muchos mayores, el ingreso en la residencia supone la renuncia a su vida sexual, ya sea en pareja o individualmente. “En una ocasión, entrevistamos a una persona mayor que vivía en una residencia, y nos dijo que la única intimidad que tenía era debajo de la manta”, cuenta el investigador. “Ya no solo se trata de que hace falta privacidad para las relaciones sexuales, sino para buscar la soledad o la intimidad”, añade.

Por todos estos motivos, Martín y Santamaría explican que el enfoque correcto está en trabajar con los profesionales de las residencias, de modo que respeten los momentos que los mayores quieran tener a solas –para ello, Rubio propone el uso de colgadores de “no molestar” en las puertas– y recuerdan que incluso en las cárceles se contemplan los vis a vis privados con las parejas. “Facilitemos los espacios y los tiempos para que puedan estar juntos”, concluye Martín.

Quizás sea el momento de reflexionar, aprovechando que estamos en pleno cambio de modelo residencial, sobre el respeto hacia los derechos sexuales de los mayores.

LA LUZ AL FINAL DEL ARMARIO
A comienzos de 2019, el secretario de organización de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), Loren González, explicaba a este periódico que existen dos perfiles de mayor LGTB: aquellos que salieron del armario en la juventud y, por otro lado, los que por falta de referentes, salen del armario en la edad adulta. “Muchos de los que salieron del armario siendo jóvenes se armarizan a partir de los 50 años, mientras que aquellos que lo hicieron siendo ya mayores, viven su vida de manera distinta. Son dos realidades muy diferentes, y cuando hablamos de mayores, parece que son un colectivo homogéneo, cuando en realidad existe una amplia diversidad”.

Un estudio de 2018 de la Universitat Jaume I en el que participaron un centenar de personas de entre 50 y 73 años concluyó que sí existe diversidad afectivo-sexual entre las personas mayores, pero aquellos homosexuales mostraban un mayor nivel de malestar y dudas sobre su orientación sexual con respecto a sus homólogos heterosexuales. Además, se sienten más rechazados y solos.

“Parece que cuando hablamos de colectivo LGTB, no tiene que ver con las personas mayores, lo que va a hacer que muchos mayores que se sientan identificados con esta diversidad no se den permiso a hablar de temas que tengan que ver con su sexualidad”, explica Rubio.

Sin embargo –y por fortuna–, las cosas están cambiando. “Cuando se aprobó la ley del matrimonio”, recuerda Martín, “empezaron a casarse parejas que llevaban 30 años juntas”. “Claro que hay hombres y mujeres que han vivido una represión importante y van a seguir ocultando sus preferencias, pero hay personas de 60 años que están saliendo del armario ahora”. Claro está que “no se hacen homosexuales de la noche a la mañana. Lo han sido toda la vida, pero no lo sabían y se casaron y tuvieron hijos. Ahora, estamos en un momento en que las personas exteriorizan su orientación sexual, la viven”, opina la presidenta de Dialogasex. Además, la cuestión ya no está tanto en conseguir que esos mayores que así lo deseen, salgan del armario, sino que “debemos formar a los profesionales de las residencias para que les den ese espacio para expresarse. Muchas veces son ellos quienes no están preparados, y no las personas mayores”, afirma Martín.

¿CÓMO LLEVAR UNA BUENA VIDA SEXUAL?
Con muchos de los melones abiertos –harían falta muchas más de estas líneas para hablar de todas las dimensiones de la sexualidad–, la conclusión es clara: para tener una vida sexual plena en la vejez, es necesario mirar más allá del coito

Al preguntar a Rubio qué consejo daría a los mayores para alcanzar esa “buena sexualidad”, su respuesta fue “participar en las formaciones que se realizan sobre esta temática”. ¿El objetivo? Evitar hacer de los problemas que surgen en la intimidad una bola que requiera atención sexológica especializada.

Por su parte, Villar recomienda “diferenciar los cambios que no son inevitables y que se pueden revertir con ayuda profesional de aquellos que son inevitables y que “se deben aceptar y suponer un moldeamiento de la vida sexual, pero no su desaparición”.

En definitiva, que si es cierto  que la vida son dos días, hay que estar entrenados para saber disfrutar la última noche.



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