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Carlos Moreno / Urbanista. Profesor de Universidad en La Sorbona (París)

'El diseño urbano ha priorizado la funcionalidad y la movilidad vehicular sobre la calidad de vida de los habitantes'

M.S. / EM 10-05-2024

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Pregunta.- Usted llegó a una conclusión que, precisamente, nos lleva hoy a esta conversación, y es que era necesario ser actor del diseño de servicios para la calidad de vida. ¿En qué momento un arquitecto se plantea esta cuestión y decide emprender este reto?
Respuesta.- Es cierto, todo mi trabajo actual persigue dos objetivos: en primer lugar, que las personas tengan una mejor calidad de vida cotidiana gracias a ciudades y servicios que les permitan ser más felices, y, en segundo lugar, que el impacto de las ciudades en el medio ambiente se reduzca drásticamente para que el planeta siga siendo viable. Al no ser arquitecto, esta pregunta me llegó por otro camino. Inicialmente, yo soy un científico especializado en sistemas complejos, y a principios de la década de 2000, cuando el tema de la smart city estaba muy en boga, me di cuenta de que había un problema en nuestra concepción de la ciudad del futuro: ¡no se tenía en cuenta el bienestar de los seres humanos ni la supervivencia de nuestro planeta!
Esto me llevó a preguntarme cómo se podrían transformar las ciudades para que tuvieran un menor impacto sobre el medio ambiente y el planeta. ¿Qué les falla a las actuales urbes? ¿Por qué tienen un impacto de carbono tan alto? ¿Cómo podríamos hacer que cambiara?
Este proceso me llevó a desarrollar una nueva organización urbana basada en la proximidad cuyo objetivo es transformar las ciudades para que sean más sostenibles, vivas y felices: la «ciudad de 15 minutos | Territorio de 30 minutos», el camino de la proximidad feliz.

P.- Para abarcar esta cuestión, persigue un objetivo tan ambicioso como necesario: rehumanizar las ciudades. ¿Significa esto que actualmente las urbes han dado la espalda, por así decirlo, a las personas? ¿Por qué? Es decir, ¿qué circunstancias cree que han desencadenado esta situación?
R.- El deseo de rehumanizar las ciudades parte de un reconocimiento profundo: en muchas ocasiones, las urbes se han vuelto tan centradas en la eficiencia y el desarrollo económico que han descuidado aspectos fundamentales de la vida humana. En muchas ciudades del mundo –especialmente en las grandes– los habitantes están agotados, deprimidos y solos. ¿Cómo es posible que en entornos donde conviven millones de personas, a veces nos sintamos tan solos? ¿Como es posible que en ciudades donde todo está disponible, nos sentimos tan vacíos, tan faltos de energía?
En particular, en los últimos 60 años el diseño urbano ha priorizado la funcionalidad y la movilidad vehicular sobre la calidad de vida de los habitantes.
El funcionalismo urbano ha creado un distanciamiento y separación de las actividades humanas (trabajo, hogar, deporte, compras). El tiempo de desplazamiento diario no ha dejado de aumentar, al igual que el uso del automóvil para desplazarse de un lugar a otro. Las distancias recorridas y el tiempo perdido cansan y exasperan a los habitantes de las ciudades.
Además, esta organización urbana diseñada para los coches ha dado lugar a espacios fríos y poco acogedores. Las ciudades no se construyen para las personas, sino para los coches y el transporte. Los peatones no tienen suficiente espacio, los niños tienen pocos lugares para jugar.  La falta de espacios verdes y áreas recreativas adecuadas contribuye a la sensación de alienación y estrés en las ciudades. Las personas necesitan lugares donde puedan relajarse, conectarse con la naturaleza y socializar libremente. Esto es tanto más necesario cuanto más se acelera el ritmo de la vida moderna y la desconexión entre las personas y su entorno. Aunque no todo sea positivo, las cosas pueden cambiar. La historia de las ciudades es una historia de adaptación, movimiento y reconstrucción... Estamos entrando en una nueva etapa: ¡la era de las ciudades más sostenibles y felices!

P.- ¿Qué impacto ha tenido este fenómeno de deshumanización sobre las personas?
R.- Todas las personas reaccionan de forma diferente, algunas son más resistentes a los estilos de vida urbanos. Sin embargo, esta deshumanización tiene consecuencias individuales (físicas, psicológicas) y colectivas.
A escala individual, la deshumanización urbana sobre las personas se refleja en diversos aspectos de su bienestar y salud mental. Investigaciones han demostrado que las personas que viven en entornos urbanos tienden a experimentar niveles más altos de estrés, ansiedad y depresión en comparación con aquellos que viven en áreas rurales o menos densamente pobladas. Este fenómeno puede atribuirse a una combinación de factores, como el aislamiento social, la falta de contacto con la naturaleza, el ruido constante, la contaminación y la sensación de anonimato en grandes ciudades (ej : Stress in the city: urban stressors and behavioral inhibition, Lena Kämpfe, Jens P. Reese, y otros 2017). La vida urbana también puede tener consecuencias físicas, con un alto nivel de fatiga, problemas respiratorios relacionados con la contaminación atmosférica, falta de actividad física.
A escala colectiva, la deshumanización urbana tiene como consecuencias problemas de sociedad. La disminución del sentimiento de pertenencia a una comunidad humana aleja las personas de la vida colectiva y de la ciudadanía. La participación ciudadanía disminuye, la implicación en las asociaciones y en las acciones benéficas y solidarias se derrumba. La pérdida de vínculos sociales se está convirtiendo en un verdadero problema para la sociedad, lo que resulta preocupante dado el creciente número de situaciones de crisis (sanitaria, medioambiental, política) ...

P.- Sobre el crecimiento histórico de las ciudades, usted lo ha relacionado en varias ocasiones con una “pérdida de la proximidad humana y social” –además de la ecológica, por supuesto–. ¿Podría ser el incremento de la soledad no deseada una de las consecuencias más evidentes de esta deshumanización de las urbes?
R.- Sí, efectivamente, el sentimiento de soledad está muy extendido. Las personas mayores son las más afectadas, lo que está relacionado con el envejecimiento demográfico, pero también con la pérdida de los lazos familiares.

P.- Para romper con todo ello, estas reflexiones le llevan a acuñar un concepto que ha dado la vuelta al mundo: la Ciudad de los 15 minutos. ¿Cómo describe este nuevo paradigma?
R.- Preocupado por estos problemas sistemáticos y globales, desgarrado por el deseo de proponer una solución y ser actor de la transformación, desarrollé mi visión de una ciudad deseable a través de la noción de Ciudad de los 15 minutos. Se trata de una organización urbana policéntrica y multiservicios, basada en la proximidad, una ciudad compacta y sostenible de distancias cortas. El objetivo es mejorar la calidad de vida urbana centrándose en la hiperproximidad de las necesidades cotidianas esenciales, accesibles en corta distancia a pie o en bicicleta. Rompiendo con la zonificación y los desplazamientos innecesarios, integrando la proximidad y la compacidad en las ciudades, el reto es cambiar el estilo de vida de los ciudadanos - liberar tiempo, aumentar los desplazamientos con bajas emisiones de carbono gracias a la movilidad activa, mejorar las relaciones con los vecinos, reducir el estrés- y fomentar el desarrollo de una economía local. La Ciudad de 15 minutos quiere ser un nuevo tipo de ciudad verde y multiservicio frente a la actual mineral y postindustrial.
El concepto de Ciudad de los 15 minutos ha sido reconocido como un modo de planificación urbana a escala humana que fomenta la sostenibilidad, la equidad y la calidad de vida de los residentes. Ha obtenido el reconocimiento de la red mundial de ciudades por el clima (el C40), la asociación de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), y es promovido por ONU-Hábitat como elemento clave de la nueva agenda urbana y la consecución de los ODS.

P.- Propone una nueva matriz Alta Calidad de Vida Social con seis funciones sociales clave y, en una de ellas, se refiere a la necesidad de tener más cuidado de cada uno de nosotros y de los otros. ¿Sería este concepto urbanístico, de alguna manera, un impulsor de la denominada solidaridad intergeneracional que tanto podría contribuir a paliar el aislamiento que sufren muchos sénior?
 R.- Como propuesta de ciudad socialmente responsable, la ciudad de 15 minutos aspira a crear vínculos más fuertes entre las personas y un mayor sentido de solidaridad. Debe permitir romper con el individualismo de las grandes ciudades.
En tanto que modelo prospectivo, integra la tendencia al envejecimiento de la población. Dado que el perímetro de vida de una persona disminuye a medida que envejece, la zona de proximidad es muy importante. Disponer de servicios, comercios, soluciones sanitarias, parques (...) a corta distancia a pie de casa es una verdadera oportunidad para que las personas de edad avanzada permanezcan más tiempo en su domicilio. El urbanismo debe integrar lugares de descanso (banco...) para preservar su autonomía.
Cuando ya no sea posible ir en bicicleta o a pie, la Ciudad de los 15 minutos puede seguir proponiendo iniciativas de apoyo a las personas mayores, así como lugares de encuentro y actividades. Puede ayudarles a conservar su vivienda y a estar sanos durante más tiempo, pero no es una política demográfica ni médica.

P.- Un elemento clave de todo este planteamiento es la recuperación del tiempo mediante la proximidad. Entonces, ¿acercar los servicios esenciales a un entorno cercano repercutiría definitivamente en una mejora de la calidad de vida de las personas?
R.- La proximidad de servicios como centros de salud, escuelas, parques, tiendas de alimentos frescos así que la proximidad del lugar de trabajo y del domicilio permite ahorrar mucho tiempo y dinero. La recuperación del tiempo permite aprovechar lo mejor para actividades y momentos que se eligen en lugar de imponerse. Además, la proximidad permite la utilización de transporte activos como la marcha o la bicicleta: un movimiento cotidiano que mejora la salud física y mental. Esta proximidad no solo es buena para las personas, pero también por el medio ambiente. Promueve estilos de vida más activos, que no necesitan la utilización del coche y la contaminación asociada.

P.- ¿Qué sucedería con las personas –muchas de ellas mayores– que residen en territorios más alejados o aislados, como el rural? ¿Es decir, se contempla la situación particular de este colectivo?
R.- Para los habitantes de zonas más alejadas y menos densamente pobladas, hemos desarrollado un concepto de proximidad extendida: el territorio de media hora. Los principios son los mismos, pero están adaptados. Estas zonas deben ser objeto de proyectos específicos que prevean su desarrollo a largo plazo, teniendo en cuenta las exigencias medioambientales.
No tengo una solución mágica para las personas mayores aisladas. En algunas zonas se han desarrollado iniciativas solidarias o servicios públicos puerta a puerta, pero esto no es lo ideal a nivel medioambiental. Creo que cuando las personas llegan a cierta edad, cuando su independencia disminuye o la sensación de aislamiento es demasiado fuerte, hay que modificar el entorno y el alojamiento. Las iniciativas de «viviendas inclusivas» adaptadas a las personas mayores, con servicios compartidos entre varias personas, se están desarrollando mucho en Francia. También pueden ser interesantes las soluciones de beguinaje, que ofrecen una vida más fácil y menos solitaria a las personas mayores.

P.- Para transformar este concepto en una realidad, ¿por dónde se puede empezar? ¿Existe hoy algún ejemplo de urbanismo moderno que se aproxime a este concepto de la Ciudad de los 15 minutos?
R.- ¡El concepto ya se está haciendo realidad! Llevamos años trabajando con varias ciudades de todo el mundo que se están convirtiendo en Ciudades de 15 minutos: París, Milán, Oxford, Dublín, Cleveland, Buenos Aires... Puede encontrar estos ejemplos en mi nuevo libro, publicado en mayo.
Mi observación es que el punto de partida de cualquier proyecto es el compromiso político de transformar radicalmente una ciudad. Luego, la aplicación depende mucho de la situación de cada ciudad y de los objetivos específicos que se persigan. Mejorar los sistemas de transporte público y activo y potenciar los servicios locales y los espacios públicos de calidad suelen ser los puntos en los que primero hay que trabajar.
Estoy convencido de que la implantación de la Ciudad de los 15 minutos debe ir acompañada de un cambio de mentalidad sobre el ritmo de vida, de trabajo y de consumo. Es un proyecto global para mejorar las ciudades, los estilos de vida y las sociedades, y no solo un proyecto espacial.




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