Todo comenzó con una carta. La que sus alumnos enviaron al diario El País con motivo de su jubilación. En ella le agradecían su dedicación en los años de enseñanza y reclamaban, a su vez, más maestros como ella en el sistema educativo. Después vinieron una entrevista radiofónica y la llamada de una editorial. Así fue como Julia Resina se decidió a dejar momentáneamente de lado su retiro y se decidió a plasmar su etapa en activo en un libro. "No son mis memorias, sino más bien mis experiencias", reconoce.
Contado de forma coloquial y amena, con un lenguaje claro y sencillo, la autora recuerda en "Querida maestra" (La esfera de los libros) las etapas que marcaron sus 40 años de vida laboral. Un tiempo en el que se sucedieron las anécdotas y en el que generaciones de pequeños, y también algunos adultos, se formaron en el respeto y la empatía. Esos son los dos valores que la maestra considera fundamentales para formar a una persona y, en ellos, basó su labor; son las palabras que ocupaban, en mayúsculas, la pizarra el primer día de clase, curso tras curso. 
El relato, al igual que la carrera de Julia Resina, comienza con los años de las oposiciones y pasa por la convulsa Barcelona de los años 70, cuando se puso en marcha el Programa de Educación Permanente para Adultos del que se hizo cargo al principio de su carrera, hasta los tiempos de plena dedicación a los niños, para terminar reflexionando sobre sus vivencias y el papel de los maestros.

Años "en la tiza"
Esta publicación no sólo es un repaso por los años dedicados a enseñar a otros, una radiografía de la evolución de la Educación en España desde los últimos años del franquismo hasta la actualidad, que también. Sino que es, en la misma medida, una llamada de atención a la sociedad, para que no olvide la función fundamental de estos profesionales, y una reflexión sobre el papel de la experiencia como ayuda para los que vienen detrás. Esto es así porque, aunque Julia reconoce que no pretende dar consejos a nadie, "tampoco puedo guardarme la experiencia de toda una vida para mí sola si ésta puede ayudar, aunque sea un poquito, a otros compañeros".
De hecho, asegura esta autora, "me doy cuenta de que la Administración podría aprovechar más a la gente que nos jubilamos" a la hora de apoyar a los jóvenes que se adentran en el mundo de la enseñanza. "La gente nueva se encuentra muy despistada, como me encontraba yo también al principio, y se les pueden dar ideas que ellos integren con las suyas propias o, al menos, algo que les sirva en los primeros meses". Pero no sólo en las aulas podrían colaborar los que, como Julia, han dedicado su vida a sacar lo mejor de otros, sino que las autoridades competentes podrían aprovecharse también de ellos al legislar: "se pierden muchísimo sin tantear qué sienten y qué opinan los que han estado en la tiza", argumenta.