Siempre he admirado el amor con que los artesanos del barro, la madera, el hierro, etcétera tratan sus creaciones. He admirado, no sólo su dedicación, sino también su satisfacción por el trabajo bien hecho. Dicen algunos sociólogos que la satisfacción por el trabajo bien hecho es algo que se está perdiendo en una sociedad utilitarista, y que debemos recuperar.
La satisfacción del trabajo bien hecho por nuestro artesano acaba en sí mismo. A lo sumo, la pieza de cerámica o el hierro forjado producirán un placer estético al que la adquiera.  Cuando nuestro artesano se convierte en un trabajador de servicios sociales o sanitarios, la importancia del trabajo bien hecho es doble: por un lado su propia satisfacción y por otro la de la(s) persona(s) que son objeto de su atención. La realización de un trabajo de calidad (“bien hecho”) debe ser uno de los principales objetivos en el entorno socio-sanitario, no sólo por la autosatisfacción del propio trabajador, sino por el bienestar del destinatario final. Al tratar con personas, la calidad técnica de nuestro artesano no es suficiente, hay que incluir la calidad, o mejor calidez, humana en la realización del trabajo.  A una técnica excelente hay que añadir un trato humano exquisito: tratar a los demás como uno quisiera ser tratado.
La segunda parte de tratar con personas, que la mayoría de las veces están en situación de vulnerabilidad, es la toma de decisiones difíciles. Aquí la técnica profesional y el trato humano necesitan otro apoyo: una actuación ética impecable. Los conflictos de intereses que se pueden plantear en el entorno socio-sanitario son tan plurales que la sola preparación técnica y la humanización asistencial son insuficientes y precisamos rearmar a todos los profesionales con una formación y un asesoramiento sobre aspectos éticos en el manejo de personas vulnerables. Desde las sujeciones físicas o farmacológicas, a las relaciones sexuales de personas con discapacidad, pasando por los conflictos éticos inter-familiares, los trabajadores sociosanitarios precisan unas bases y asesoramiento ético continuado.
En este sentido, desde Eulen Servicios Sociosanitarios siempre hemos tenido como bases de nuestro trabajo, la calidad y los principios éticos. Así, hemos venido desarrollando durante años programas de calidad hasta culminar con la certificación de Excelencia Europea 500+, del modelo EFQM. Como dicen algunos, la calidad no se supone, se demuestra. En el mismo sentido hemos pasado de resolver individualizadamente los conflictos éticos a manejarlos a través de un Comité de Ética Asistencial, que da un soporte multidisciplinar a los dilemas que se plantean en el día a día. Además de la ética empresarial y la responsabilidad social corporativa propias de nuestro Grupo, la ética asistencial viene a jugar un papel relevante en nuestra actuación con las personas, como hemos señalado anteriormente, mayoritariamente vulnerables.
Las instituciones, que son responsables de cubrir las necesidades sociosanitarias de los ciudadanos, deberían primar los aspectos cualitativos y éticos en la prestación de estos servicios, tanto con medios propios como ajenos. La Administración, en el sentido más amplio de la palabra, debe ser la garante de la prestación de servicios éticos y de calidad y eso es lo que reclamamos como ciudadanos. Por ello, reiteramos la importancia que deben tener estos dos aspectos en las adjudicaciones de servicios, y contemplamos con enorme preocupación cuando estas adjudicaciones se hacen a la espalda de la calidad y la ética y priman intereses monetaristas.