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Tener un buen proyecto vital es la clave de un envejecimiento satisfactorio

El concepto envejecimiento activo, que promulgó la OMS hace casi dos décadas y que luego acuñó con ‘saludable’, está en todas la agendas nacionales e internacionales. Cada vez más expertos, investigadores y Administraciones trabajan para diseñar programas que hagan que la vejez sea una etapa óptima

Cristina Villanueva 08-10-2021

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Hacer de la vejez una experiencia positiva fue el objetivo principal de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando, en la II Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Envejecimiento, celebrada en 2002, en Madrid, lanzó un planteamiento para promover la salud y la vida activa. La OMS definió el concepto de envejecimiento activo como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”.

Unos años más tarde, en 2015, se añadió el término saludable, para poner también el acento en el envejecimiento como el proceso de desarrollo y mantenimiento de la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez. Para ello, esta entidad  impulsó la Década del Envejecimiento Saludable (2020-2030) en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta se propone como una colaboración mundial, encabezada por la OMS, que trabajará para “mejorar la vida de los adultos mayores, sus familias y las comunidades en las que viven”. Por lo tanto, la promoción del envejecimiento activo y saludable está en casi todas las agendas nacionales e internacionales.

Esta evolución del término ha sido acertada y le ha aportado un enfoque más global, según señalan los expertos. José Manuel Ribera Casado, Catedrático Emérito de Geriatría de la Universidad Complutense Madrid, explica que el envejecimiento saludable afecta a toda la sociedad en su conjunto. “La palabra ‘activo’ se refiere, sobre todo, a la actividad física y mental que es necesaria a lo largo de toda la vida. Sin embargo, la palabra saludable, que ahora se insiste mucho en ello, añade algunos aspectos que, aunque implícitamente también estaban antes, ahora se desarrollan más. Por ejemplo, se insiste en aspecto sociales muy relacionados con la salud y también en que las medidas aplicables deben cubrir todo el ciclo vital. A esto se une que la ciudadanía debe asumir que hay que facilitar y promover el envejecimiento saludable. En ese mismo apartado está el tema de la bioética y de la lucha contra la discriminación por edad y los estereotipos, que es otra forma de ‘edadismo’. Todo esto son aspectos que se potencian mucho más en el envejecimiento saludable. Son principios universales que tienen diferentes niveles de aplicación en los distintos países”, afirma.

Mikel Izquierdo, catedrático de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y  jefe de grupo del Ciberfes, afirma que la definición del término fue un hito histórico porque, en consenso con la Organización Mundial de la Salud (ONU), “se puso de manifiesto la idea de que el envejecimiento activo y saludable era aquel que permitía tener una capacidad funcional para que las personas mayores pudieran vivir de forma independiente, con calidad de vida”. 

Izquierdo pone el acento en que se introdujo el concepto de capacidad funcional. “Esto es importante porque ese es uno de los aspectos más importantes en el manejo y cuidado de las personas mayores, más allá de las enfermedades. La capacidad funcional se explica a través de dos variables: uno que es la intrínseca, lo que nosotros podemos hacer, las habilidades cognitivas, de locomoción, de vitalidad, es decir, que nos permite movernos, participar en actividades y relacionarnos; y la otra es el entorno, en la medida que la capacidad intrínseca y el entorno se relacionan, estos dos factores determinan una mejor o peor capacidad funcional”, detalla.

El catedrático de la UPNA señala que dentro de esta hay dominios: “Uno de ellos es el de la movilidad que está determinado por la fuerza que yo tengo para poder moverme. Por lo tanto, tener autonomía para caminar es uno de los aspectos a controlar, porque si no puedo hacer esto, mi capacidad intrínseca disminuye y eso repercute en la funcional. Es un modelo muy bonito porque si permito que las personas mayores tengan más fuerza y no pierdan peso, puedo mejorar su independencia funcional.Y esto se incluye dentro de ese envejecimiento saludable”

Por lo tanto, el concepto que definió la OMS se basa en tres pilares básicos: participación, salud y seguridad, que engloban todos los aspectos necesarios para hacerse mayor de forma óptima. 

En este sentido, Javier Yanguas, gerontólogo y doctor en Psicología, señala que  ha sido una gran aportación integrar la actividad y la participación junto con la salud, la independencia y el buen envejecer: “Ha traído cosas muy buenas el hecho de entender a las personas como se entiende a otros grupos de edades, que las personas mayores son sujetos activos de su propio envejecimiento, y no solo depende de uno, sino que está matizado por condiciones económicas, ambientales, de servicios, culturales, etcétera”.


¿SE NECESITA UNA REVISIÓN?
Sin embargo, Yanguas  opina que concepto de envejecimiento activo, “aunque ya tuvo una revisión en 2015 cuando se añadió el término saludable, habría que volver a revisarlo. A la luz de lo que ha cambiado el envejecimiento en los últimos años y a raíz de la pandemia, que también nos ha enseñado algunas cosas. La promoción del envejecimiento activo es algo muy positivo, ha proporcionado escenarios de convivencia, ha impulsado la vida saludable, ha propuesto prácticas cotidianas participativas muy interesantes; pero también ha modelado lo que es una ‘buena’ y una ‘mala’ vejez, lo que se espera de las personas mayores. Se ha propuesto un modelo que, desde mi punto de vista, excluye perspectivas esenciales de la vida: los valores, el sentir y el significado de la vida, creo que se ha centrado poco en lo relacional y en las emociones, y se ha uniformizado la mirada sobre el hecho de envejecer. A mí me gustaría que esa mirada pudiera tener más capacidad de personalización, dentro del envejecimiento activo”.

 Sobre la importancia de lo personal y subjetivo también habla Xaime Fandiño, periodista y profesor jubilado de la Universidad de Santiago de Compostela. “El término debería evolucionar para enfocarse más hacia un proyecto de plan vital, porque se denomina envejecimiento activo, pero se refiere a lo que llaman ‘clases pasivas’, y ‘activo’ con ‘pasivo’ coordinan bastante mal. Creo que las palabras son muy importantes. ‘Activo’ se relaciona con verbos de acción y esto se suele referir a viajar, hacer ejercicio, participar en actividades, pero hay algo fundamental que es el plan vital que está en tu cabeza. Creo que esto es fundamental. Después, este plan será físico, intelectual, científico, etcétera, pero no se puede reducir al aspecto físico”, explica Fandiño.

El periodista opina que, después de la jubilación, se relega a las personas a tareas que no son productivas. “Te quedas en tu ‘gueto’ haciendo cosas que se supone se corresponden con la jubilación y el hecho de hacerte mayor.  Y quedas aislado del resto de la gente, no interrelacionas socialmente, no participas con otros grupos de edad. Por todo esto, creo que hay que actualizar la palabra envejecimiento activo, porque en su momento fue adecuada, pero ahora los que nos incorporamos a la jubilación somos generaciones diferentes, que hemos viajado más, con formación, que hemos realizado muchas cosas a lo largo de la vida, que nos hemos integrado sin problemas en la era digital, y necesitamos otras opciones”, resalta.

EVOLUCIONAR
A juicio de Yanguas, se incide mucho en la responsabilidad individual de la vejez y poco en lo que dependen del contexto. Esto hace del envejecimiento activo algo más complicado para las personas más frágiles y más vulnerables. El gerontólogo ve peligroso fijarse solo en las actividades que se realizan o en el ejercicio porque no existe un estándar de lo que es ser ‘buen mayor’, que sería ‘el mayor activo’ versus ‘el mayor pasivo’. “Ese concepto de actividad no siempre se corresponde con la realidad porque cada persona mayor es distinta y tiene unas capacidades y unas motivaciones, y esto hay que contemplarlo. Cuando se pone un excesivo acento en lo personal, se limitan las posibilidades de quienes menos recursos y capacidades tienen”, asevera Yanguas.

De hecho, el gerontólogo afirma que esa idea de que si envejezco bien se debe exclusivamente a lo que hago y si envejezco mal es culpa mía,  obstaculiza la empatía y contiene una “ofensa implícita”. “Es muy meritocrática esta idea. Nos hace responsables de nuestros éxitos y nuestros fracasos. Esto niega la propia condición humana porque nos impide reconocer nuestra vulnerabilidad y que llegamos a donde llegamos por nosotros, pero también por los apoyos y ayudas que recibimos de la comunidad, de las redes que existen, etcétera. En definitiva, creo que en el significado del concepto ‘envejecimiento activo’ se debería poner menos acento en la persona particular. Se ha olvidado lo subjetivo y nos ha faltado una mirada más inclusiva de la vejez”, reitera.

Amartya Sen y Martha Nussbaum, en su teoría ‘Enfoque de las capacidades’, señalan que para una buena vejez la persona tiene que tener oportunidades efectivas para elegir y realizar, para vivir algo relevante en su vida, y oportunidades de acceder a relaciones, bienes y servicios en la comunidad o entorno de referencia. Y, además, tener capacidades para aportar y modificar lo que está cerca de ese sujeto. Esta idea, según Yanguas, es la definición más acertada para el envejecimiento activo. “El proyecto vital para un buen envejecimiento debería tener todos estos aspectos”, argumenta.

ENTUSIASMO Y MOTIVACIÓN
Sobre la idea de tener un plan vital, que permita enfocar la vejez con entusiasmo y motivación, Fandiño asegura que hay que enseñar a envejecer, para que cuando llegue el momento, la persona tenga ya diseñado ese plan vital y no se encuentre inactivo y aislado. “Es importante que jóvenes y mayores estén en contacto, que unos aprendan de otros, etcétera. De forma muy edadista, hay gente que piensa que los mayores no saben interactuar o no saben manejar las herramientas informáticas, ya lo dan por hecho, y eso no es cierto. Lo importante es ofrecer formación o actividades que interesen a esa persona mayor. Los mayores son activos, integrados en la sociedad, son intergeneracionales, están considerados como excedentes de conocimiento. Estoy en contra de algunos nombres de proyectos dirigidos a los mayores, como ‘Adopta un abuelo’, yo diría ‘Pilla un colega’ porque es alguien con quien los jóvenes se van a entender, les pueden contar lo que quieran y encontrar un buen apoyo”.

En este sentido, Fandiño también apuesta por dar valor a la palabra viejo. “Términos como joven o niño se dice sin problema, pero ‘viejo’ no, y se inventan eufemismos y términos como senior, tercera edad, ‘viejenial’, pero no es así, viejo es una buena palabra, pero hay que actualizar el significado, no se puede unir solo a una persona mayor frágil o con dependencia. Yo creo que es importante actualizarla y empoderarla, sentirse orgulloso de pertenecer al grupo de los mayores porque es un éxito llegar a ser mayor. Es un momento en el que podemos desarrollar el proyecto vital que siempre deseamos, pero no pudimos hacerlo por motivos laborales o familiares. Sin embargo, a los mayores, como ya apunté, se nos suele meter en un ‘gueto’ en el que se realizan acciones muy homogéneas cuando es un  grupo muy heterogéneo, probablemente el más variado de todos los grupos de edad”, enfatiza.


¿QUIÉN DEBE PROMOVER EL ENVEJECIMIENTO ACTIVO?
Si para tener un envejecimiento satisfactorio a nivel psicosocial es importante tener una salud óptima, ¿quién debe promover buenos estilos de vida? 
Los expertos coinciden en que la responsabilidad de que esto sea un hecho empieza por uno mismo, aunque las Administraciones también tienen su parte de acción. Izquierdo comenta que todos somos responsables, empezando por cada uno de manera individual, ya que tenemos la tarea de autocuidarnos: “Debemos ser conscientes de que la actividad física, nos guste o no, es una parte de nuestra esencia, estamos diseñados para movernos. Sin embargo, no es una práctica extendida que el médico prescriba ejercicio físico, y esto es importante. Lo que pasa es que también ese facultativo debe saber a qué profesional envía a su paciente para que haga ejercicio. Aquí entra la acción de varias Administraciones, la local, la central. Hay que diseñar unos procedimientos y planes para derivar a los pacientes a determinados profesionales que les ayuden a hacer ejercicio. Sería fundamental sacar una foto, hacer un mapa de la situación funcional de las personas en cada región; una vez hecho esto, podemos poner las medidas, que no son farmacológicas. Hay que solucionarlo con ejercicio físico”.

El catedrático resalta que, a raíz de la pandemia, se ha detectado que las personas que no se movían antes, tras el confinamiento, eso se ha agravado más. “Con lo cual –indica–, el sistema sanitario está recibiendo muchos pacientes que han desarrollado enfermedades relacionadas con la falta de ejercicio. Esta es la tercera causa de morbimortalidad en el mundo”. 

'PASOS HACIA UNA NUEVA VEJEZ'
Javier Yanguas acaba de publicar el libro ‘Pasos hacia una nueva vejez. Los grandes retos sociales y emocionales de la madurez’, de Ediciones Destino.
Se trata de una reflexión sobre los retos que plantea la vejez desde un punto de vista psicológico, emocional y social. 
Yanguas explica que la vejez es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta nuestra sociedad. Cada vez vivimos más años y tenemos menos hijos. Este cambio demográfico, así como la transformación de nuestro estilo de vida y de las formas de convivencia, ha aumentado la brecha entre generaciones, el aislamiento y la soledad en un tiempo en el que la madurez se experimenta de modo muy distinto al que conocíamos. 
“En el libro hablo de que en la vejez pasan muchas cosas y hay que llenar de vida esos años, que tenemos la inmensa suerte de poder vivir más tiempo. También reflexiono sobre la importancia del cuidado, del compromiso, de la fragilidad, de a necesidad de conocernos los unos a los otros y reconocer la vulnerabilidad de las personas, en definitiva, de diseñar de un proyecto de vida para la vejez”.
Y, por supuesto –añade Yanguas–, “resalto otro gran reto: recuperar las relaciones intergeneracionales, pero enfocadas desde el cuidado y de la situación de los jóvenes. Tenemos que pensar que hay que contribuir al bien común. Intento hacer propuestas concretas de por donde deberíamos encaminarnos. 




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