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La encrucijada europea

Ante las próximas elecciones al Parlamento Europeo, el fantasma de la abstención vuelve a la palestra. Los ciudadanos, que se sienten distantes y ajenos ante las instituciones comunitarias, demandan una mayor participación y transparencia

A. Vila EM 12-03-2014

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Europa vivirá en menos de tres meses una nueva contienda electoral. Los ciudadanos de los países que integran la Unión Europea elegirán el nuevo Parlamento comunitario entre los días 22 y 25 de mayo (en España los comicios serán el 25, domingo). Sin embargo, hay una sombra que planea en todo el proceso electoral: el abstencionismo. En las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, en junio de 2009, la participación en España apenas alcanzó el 46%, una cifra muy baja si se compara con unas elecciones generales: por ejemplo, en 2008 Zapatero ganó La Moncloa con una participación del 75%; Rajoy lo hizo en 2011 con una participación del 71% del electorado. De cara a los comicios de mayo, además, la desafección parece acrecentarse. Un sondeo realizado a mediados de diciembre por el instituto Invymark para La Sexta cifra el abstencionismo en el 57,6% en las próximas elecciones europeas. ¿Por qué no nos interesan las elecciones al Parlamento de Estrasburgo?
Los expertos plantean dos posibles tesis: por un lado, el desencanto general de la población con la clase política y los órganos de representación. La sexta edición de la Encuesta Social Europea, hecha pública el pasado mes de enero, refleja la valoración más baja de la última década de los españoles hacia los políticos, que reciben un 1,91 sobre 10, y los partidos (con una calificación del 1,88). Las instituciones tampoco se libran del suspenso y, por ejemplo, el Parlamento Europeo recibe un 3,6.
Por otro lado, hace mella la desinformación ciudadana en torno al papel de las instituciones comunitarias, que provoca un distanciamento de la población sobre lo que se hace o decide “en Europa”.
“Las decisiones tomadas por las instituciones europeas al albor de la crisis han provocado que la Unión Europea sea vista cada vez con más escepticismo por parte de los españoles. Si a eso, unimos la opacidad y la falta de transparencia en el proceso de elaboración de las leyes y en la toma de decisiones políticas de la Unión Europa es lógica esa distancia de los ciudadanos”, sostiene José Carlos Cano, presidente de Foro Europa Ciudadana, un think tank que persigue promover la participación de la ciudadanía en torno al debate sobre el futuro de Europa. El eurodiputado Francisco Sosa-Wagner, que representa en el Parlamento Europeo a Unión Progreso y Democracia (UPyD), manifiesta, sin embargo, que “la ciudadanía española cree desde hace meses que Europa decide sobre sus vidas” porque “los medios de comunicación y, en muchos casos, un boca-oreja mal llevado, han hecho calar la idea de que Europa queda lejos para lo bueno y cerca para lo malo”.

El papel de las instituciones europeas
Independientemente de la percepción que tengan los ciudadanos sobre Europa o sobre cómo les afectan las políticas adoptadas a este nivel, lo cierto es que las decisiones del Parlamento Europeo sí tienen importancia. “Todo ciudadano debe saber que nuestro trabajo afecta a su vida, desde que se levanta hasta que se acuesta”, defiende Sosa-Wagner. Tanto es así que, asegura, “más del 80% de la normativa española tiene su origen en normas comunitarias”.
“Toda norma que se apruebe a nivel europeo y que se trasponga a los ordenamientos jurídicos nacionales afectará a la vida diaria de los ciudadanos. Por ejemplo, que se legisle en Europa sobre las condiciones de entrada y salida de ciudadanos europeos afectará a sus decisiones vitales sobre en qué condiciones van a vivir en el extranjero en el caso de que decidan emigrar y encontrar un trabajo fuera de España. O que se incorporen en la legislación europea los aspectos sociales de muchas normas económicas mejorará considerablemente la vida diaria de los ciudadanos garantizando la protección de sus derechos sociales y un mejor modelo social europeo”, añade otro parlamentario con acta en Estrasburgo, Alejandro Cercas, del Partido Socialista Europeo.
Lo que los ciudadanos votarán en mayo no sólo es la integración del próximo Parlamento Europeo sino, también qué tipo de políticas quieren que se adopten en la Unión, qué legislaciones se establecerán en los próximos cinco años y a qué aspectos dará prioridad el presupuesto comunitario. Porque estas son las principales funciones del Parlamento: debatir y aprobar, junto con el Consejo de Ministros -integrado por los gobiernos de los Estados miembros- en un sistema de “codecisión”, la legislación de la UE; debatir y adoptar, también con el Consejo, el presupuesto; y someter a control a otras instituciones de la Unión, en especial a la Comisión -que es el órgano ejecutivo-, para garantizar su funcionamiento democrático.
“El Parlamento es la institución europea representativa por excelencia. Son los ciudadanos los que eligen qué tipo de Parlamento quieren y qué eurodiputados deben representarles. Si en las próximas elecciones quieren un Parlamento de derechas tendrán un parlamento de derechas, si quieren uno de izquierdas votarán por uno de izquierdas”, explica Cercas. “Actualmente, parece que la mayoría de los votantes se sienten más cómodos con una Europa basada en el intergubernamentalismo y en el liberalismo. Y parece que en las próximas elecciones tendremos no sólo más euroescépticos y anti-europeos, sino también un Parlamento más volcado hacia la derecha”, adelanta este eurodiputado, que considera que Europa se enfrenta en la actualidad a “un déficit democrático importante”. “Dependerá de quién represente a los ciudadanos el seguir construyendo Europa y su modelo social o el seguir manteniendo la lógica nacional-nacionalista imperante”, zanja el socialista.
Cercas, que es autor de un informe de la Comisión de Empleo del PE que pide superar las políticas de la Troika y poner en pie un plan de recuperación del empleo perdido y de los servicios públicos que han sido deteriorados por las políticas de austeridad, asegura que “sólo evitando que Europa se convierta en un ‘club de prestamistas y de banqueros’, conseguiremos que las instituciones sean más cercanas a los ciudadanos y no tomen decisiones basándose exclusivamente en los dictámenes financieros sin escuchar a los ciudadanos y a organismos internacionales como la OIT o el Consejo de Europa”.

Europa y los mayores

El distanciamiento entre ciudadanía e instituciones europeas, particularmente el Parlamento, se puso de manifiesto en un reciente encuentro entre representantes de organizaciones de mayores y europarlamentarios, promovido por la Representación del Parlamento Europeo en España.
Lo que demandaron los mayores a sus representantes europeos, según resume Pilar Rodríguez, presidenta de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal, invitada a intervenir, “más presencia y protagonismo para los ciudadanos europeos mayores y más compromiso de la UE en las políticas sociales, sobre todo, en lo que tiene que ver con la población mayor”. Francisco Sosa-Wagner, que participó en la iniciativa, añade: “Se planteó la posibilidad de crear un Consejo Europeo de Mayores formado por miembros de los Consejos Estatales, algo que me pareció interesante. Nos plantearon también la importancia de disponer de una tarjeta sanitaria comunitaria que incluyera más información y de fomentar el uso de las nuevas tecnologías, sobre todo para aquellos que viven solos y que encuentran en ella una herramienta útil en su vida diaria”.
No obstante, Pilar Rodríguez concluye que ese latente distanciamiento inicial ante las políticas europeas pudo, incluso, “acrecentarse entre las organizaciones de mayores que participaron en el encuentro”. Por una parte, explica Rodríguez, “no estuvieron presentes parlamentarios de todo el espectro político, lo que denota desinterés por las cuestiones de las personas mayores. Y por otra, las respuestas que se produjeron vinieron a corroborar, en su mayoría, que los asuntos que preocupan a las personas jubiladas no caen dentro de las competencias de la Unión Europea”.
Por su parte, Javier Iriarte, vocal de Coapema y miembro del Consejo Estatal de las Personas Mayores, considera que el desconocimiento en torno a las instituciones europeas es “total” en lo que respecta al colectivo al que representa. Algo que, explica, quedó expresado “en algunas preguntas de los asistentes”. Tanto es así que la diputada Verónica Lope Fontagné asumió en este encuentro que “la mayoría de las cuestiones no podemos contestarlas por ser competencia de administraciones nacionales, locales o regionales”, algo en lo que incidió el expresidente del Parlamento Europeo, José María Gil Robles, que no dudó en afirmar que “al  PE no le compete ninguna norma sobre mayores ni otros aspectos de política social”.
¿Cómo conseguir, entonces, superar esa lejanía del colectivo senior ante las instituciones europeas? “Tienen que invitar a una participación directa y frecuente a las personas mayores. No deben ser únicamente receptores de solicitudes, que además ya dicen que debemos insistir. ¿No sería conveniente que hicieran más labor de campo?”, se pregunta Iriarte. 
Que deben reforzarse los contactos y fomentarse la participación es la conclusión general a la que llegan todas las personas preguntadas por este periódico. A su vez, defienden, ha de avanzarse en la promoción, desde las propias instituciones europeas, de políticas dirigidas específicamente al colectivo senior y el fomento del envejecimiento activo y saludable, pues sólo así se conseguirá el objetivo de acercar Europa a los mayores.
Sosa-Wagner recuerda, por ejemplo, que los objetivos del Año Europeo del Envejecimiento Activo y la Solidaridad Intergeneracional “fueron muy ambiciosos” y que “muchos de ellos se cumplieron. Incluir un objetivo como la mejora de las posibilidades y las condiciones laborales de los trabajadores de más edad al diseñar las políticas comunitarias pone de manifiesto el valor que se le da a estas personas”, argumenta.
Por su parte, Alejandro Cercas recuerda que la UE “está prestando especial atención a la cuestión del envejecimiento demográfico y, aunque sus competencias en este ámbito son limitadas, sí ha adoptado importantes medidas al respecto, tales como el ‘Libro Blanco 2012: Ayuda para unas pensiones adecuadas, seguras y sostenibles’, de la Comisión Europea, o el ‘Informe de Envejecimiento’ de 2012”. La cuestión pasa ahora, desde su punto de vista, por facilitar el que este colectivo “tuviese acceso a información sobre cómo continuar en el mercado laboral o sobre cómo mantener su derecho a unas pensiones dignas y adecuadas. También sobre cómo la Unión Europea puede garantizar su derecho a la inclusión activa y evitar que estas personas se conviertan en un grupo en riesgo de pobreza y exclusión social”.
Pilar Rodríguez, sin embargo, cree que la Unión Europea debería trabajar “mucho más que con enfáticas proclamas a favor de un envejecimiento activo, comprometido y satisfactorio”. Por ejemplo, cambiando la visión sobre el envejecimiento activo. “Cuando en el seno de la UE se habla de ello suele insistirse, sobre todo, en garantizar que las personas puedan seguir trabajando durante más tiempo, debido a la ganancia de esperanza de vida en buena salud. Pero, hay muchas otras formas de promover el envejecimiento activo. Creo que se está acertando en transmitir a la ciudadanía que para vivir la jubilación con buena salud hay que practicar hábitos saludables, pero falta mucho por hacer para promover el aprovechamiento del saber y el caudal de riqueza de que son portadoras las personas que llegan a la jubilación en beneficio de ellas mismas y de la propia sociedad”.
En este sentido, la experta propone algunas recetas: “Se necesita ofrecer formación y apoyo para ayudar a las personas en la  organización de su tiempo en la nueva etapa, mostrarles las diferentes alternativas que existen y las que mejor cuadran con la preparación, experiencia e intereses de cada persona. Apoyar el desarrollo de proyectos de compromiso cívico y de voluntariado en los que este grupo de personas puede aportar y enseñar mucho en diferentes ámbitos (no solo de acción social)”.

Contacto real
Por su parte, Javier Iriarte insiste en que “la frecuencia, la fluidez y la facilidad para realizar contactos entre las personas mayores y los representantes de la UE son esenciales, pero en la actualidad inexistentes”. Faltan, dice, “más reuniones que no sólo sirvan de mera cortesía”, en referencia al encuentro con eurodiputados organizado por la Representación Española del PE en enero. Porque estas iniciativas, concluye, están “llenas de buenas intenciones de ayuda, pero están totalmente exentas de eficiencia”.
Que los mayores se impliquen con Europa parece dependender, en fin, por que sientan que Europa está también comprometida con ellos, que legisla por, para ellos y con ellos. Probablemente ese sea el reto más importante que tienen en los próximos meses los candidatos al Parlamento si quieren superar el abstencionismo que genera esta cita electoral: hacer ver a la población que la mayor parte de las actividades de su vida diaria están, de alguna forma, reguladas por directrices comunitarias.

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