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Construyendo entornos para todos

Espacios pensados para la movilidad, la sostenibilidad y la intergeneracionalidad son solo algunas de las propuestas para adaptar y concebir las nuevas comunidades que garanticen el bienestar y la convivencia de los ciudadanos

M.S. / EM 07-06-2021

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Hace unos meses leía un artículo escrito por Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, en el que citaba a  otra autora, la socióloga Elisa Chuliá, al afirmar que “el mundo no está envejeciendo, sino rejuveneciendo. Lo que ha aumentado es la población longeva, la esperanza de vida ha crecido prodigiosamente y, además, una vida en buen estado, lo cual es una excelente noticia”.

Estamos, como bien coinciden ambas, y otros muchos expertos que han profundizado en esta materia, ante una nueva realidad que dista mucho de ser un problema o un inconveniente para seguir creciendo como sociedad. Más aun, este aumento de las personas mayores es, sin duda, una oportunidad. Y lo que es más importante, una oportunidad presente. Ya no puede servir como disculpa que el pronóstico de que en el año 2050 un 30% de la población superará los 65 porque la realidad es que hoy este colectivo ya supone un peso considerable en nuestra pirámide social.

Al leer el artículo de Cortina, enfocado hacia esa mirada positiva de la longevidad y en el que se apela a “la erradicación de la gerontofobia y el edadismo como actitudes usuales en nuestro estilo de vida”, despertó en mi cabeza la incógnita de cómo se está gestando este proceso de cambio, de si la sociedad está abrazando a todas las personas independientemente de su edad, de si ya nos estamos poniendo manos a la obra para construir esos entornos amigables con los mayores de los que llevan tantos años hablándose.

UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE AMIGABILIDAD
La experta en planificación gerontológica Mayte Sancho –actualmente colaboradora de Matia Fundazioa– es una de esas personas cuya opinión es clave cuando se habla de amigabilidad con los mayores, pues fue una de las primeras profesionales que implementó en España el Proyecto Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La Red Mundial de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores comienza su desarrollo hace una década, en 2010, como respuesta al rápido envejecimiento de la población y con el objetivo de conectar ciudades, comunidades y organizaciones en todo el mundo con la visión común de hacer de su entorno un lugar mejor donde envejecer dignamente y con calidad.

La misión de esta iniciativa es estimular y favorecer que las ciudades y comunidades sean cada vez más amigables con los senior a través de tres líneas de actuación: inspirar el cambio, mostrando lo que se puede hacer y cómo hacerlo; conectar ciudades y comunidades para facilitar el intercambio de conocimiento y experiencia; y apoyar la búsqueda de soluciones innovadoras y basadas en la evidencia.

Escuchar las necesidades de los mayores y trabajar con ellos en la configuración de estas comunidades es el punto de partida.

“Las personas mayores pueden mejorar mucho su vida cotidiana en este tipo de entornos, no solo en cuanto a accesibilidad a servicios y disfrute del entorno cercano, sino en lo que se refiere a la percepción de soledad y al consiguiente incremento de red social, asunto troncal a la hora de combatirla”, opina Sancho, quien alude, como ejemplo, a la iniciativa francesa de ‘La ciudad en 15 minutos’, “en la  que el barrio adquiere todo su sentido y donde puedes encontrar lo que necesitas a un cuarto de hora andando de tu hogar. Supone un avance muy significativo, adaptable a todo tipo de territorio”, añade.

A ello se refiere también la psicogerontóloga ambiental y directora de I+D+i de Idea Innovación, Pilar Suárez, que destaca que “gracias al análisis de las demandas, sabemos que debemos centrarnos en ciudades por supuesto accesibles basadas en los principios de diseño universal, que favorezcan la participación social, la movilidad, presencia de espacios intergeneracionales, facilidad de acceso a todos los recursos públicos de índole social y sanitario, y por supuesto, mejora de la accesibilidad en las viviendas de personas mayores, que en España, la mayoría de dichas viviendas, no cumplen los criterios de accesibilidad”. 

En este sentido, la experta añade que, gracias a esta iniciativa, “la mayoría de ayuntamientos están poniendo en marcha soluciones y proyectos innovadores para la mejora de la interrelación de las personas mayores con el entorno urbano. El siguiente paso, en las próximas generaciones, debemos centrarnos en la creación de smart cities o ciudades inteligentes, un concepto que hace referencia a ciudades interconectadas gracias a las nuevas tecnologías, que favorecen la comunicación, la sostenibilidad y eficiencia en recursos materiales y humanos para la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos”.

Sancho y Suárez sientan las bases, con sus testimonios, de los pilares que cimientan la construcción de entornos amigables, un aspecto en el que profundiza la arquitecta y socia de Vitaller, Laia Isern, cuando expone que una ciudad amigable “ha de adaptar sus estructuras y servicios para que sean accesibles e inclusivas para las personas mayores con diferentes necesidades y capacidades”.   

ESPACIOS PARA VIVIR
En el camino hacia alcanzar esas ciudades amigables con los senior juega un papel decisivo la arquitectura: “Es una herramienta más para ayudar a las personas a realizar su proyecto de vida”, apunta Isern. “Están surgiendo distintas formas de vivir el envejecimiento, esta es la clave para que cada uno pueda elegir la manera que más se adapte a su personalidad, ya sea envejecer en casa, viviendas tuteladas, cohousing, centros de día, residencias… Sea cual sea la propuesta de edificio, se tienen que tener en cuenta espacios en los que las personas puedan tener intimidad y privacidad, pero también promover espacios donde se estimule la interacción social, donde se favorezcan los encuentros y la socialización”, asegura la arquitecta. 

Como avanza Isern, la heterogeneidad es uno de los conceptos a tener en cuenta cuando hablamos, ya no solo de mayores, sino de todas las personas, y en la construcción de entornos preparados para ellos. 

Sancho lo define de la siguiente manera: “El reconocimiento de la heterogeneidad como concepto, es la mejor receta ante los estereotipos y la discriminación. Asuntos como la accesibilidad, el diseño inclusivo y los enfoque ecosistémicos, de base comunitaria, van a facilitar mucho la integración de toda la ciudadanía en cualquier espacio, urbano o rural. Para lograr este objetivo es imprescindible escuchar a las personas, cualquiera que sea su edad. La participación no solo es preguntar, es sobre todo escuchar y tener en cuenta las ideas y opiniones de las personas que viven su cotidianeidad en esos espacios”.

En este sentido, la socia de Vitaller explica a entremayores que, en el momento de gestar un proyecto arquitectónico, “tenemos que entender la palabra ‘uso’ más allá de la connotación funcional; la arquitectura no es solo lo que hacemos dentro de ella, sino también cómo se vive y se siente. El diseño tiene que fomentar la escala humana, el confort y el bienestar de las personas. Esto tiene un amplio rango de actuación, desde la ubicación del edificio, que sea cercano y accesible a para las personas mayores hasta los detalles de señalización o decoración de los espacios”, destaca Isern.

En esta misma línea, y ahondando en el binomio diseño arquitectónico y ambiental, Suárez aboga por que ambos caminen de la mano, especialmente en el ámbito gerontológico. “En Idea tenemos en cuenta a la hora de realizar proyectos para centros destinados a mayores, tanto el espacio del daily living, es decir, estancias similares a un hogar dentro del encuadre de una unidad de convivencia, como la interacción de la persona mayor con su entorno, en base a la señalética, la accesibilidad cognitiva, el wayfinding y el estudio de los atributos sensoriales como el ruido, el olor, la luz, los colores, etcétera”.

Precisamente a través de estos aspectos introducidos por Isern y Suárez, llegamos a la esfera de la accesibilidad.

EL RETO DE LA ACCESIBILIDAD
El Consejo Sectorial de Accesibilidad Universal del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia (CEDDD) celebró recientemente su jornada ‘Accesibilidad Cognitiva: Espacios saludables para el adulto mayor’, en la que los expertos pusieron de manifiesto la necesidad de crear espacios accesibles tanto a nivel físico como cognitivo, para garantizar los derechos a la autonomía y la independencia de los senior. Así, desde el CEDDD promueven la coexistencia de la accesibilidad física –más extendida y estudiada– con la denominada accesibilidad cognitiva.    

Mar Ugarte, adjunta a la Presidencia del consejo, lamenta que la accesibilidad cognitiva esté, desde el punto de vista del hábito, “completamente abandonada”. “No solo es un recurso espacial para orientarse. Es, poder elegir cómo y hacia dónde ir en un entorno que te ayuda a moverte. Es el espacio que actúa como facilitador y estímulo neuronal. La accesibilidad cognitiva es, en definitiva, poder mantener una vida rica y saludable aunque el tiempo pase”, explica Ugarte.

Desde Idea también hacen hincapié en la importancia de tener en cuenta este concepto cuando se trata de construir entornos abiertos, amigables e inclusivos. “Las personas mayores sanas que acuden a vivir a un centro sociosanitario por algún tipo de necesidad física o social, demandan unidades de convivencia de pocas plazas, con estancias acogedoras, sensación de hogar alejadas del diseño hospitalario, compañeros con un estado de salud subjetiva similar, y con autonomía propia para la libre circulación. Por otro lado, diseñamos espacios para personas con deterioro cognitivo, en el que tenemos en cuenta la accesibilidad cognitiva para facilitar la libre circulación y la orientación en el espacio”.

Asimismo, Ugarte denuncia que a pesar de las innumerables leyes legitimadas y los esfuerzos que se ha hecho en materia de normativa, “la accesibilidad universal en su perspectiva física y sensorial es muy débil y hay innumerables organizaciones que tratan de potenciar este tipo de proyectos para todos”.

LA CONVIVENCIA DE DISTINTAS GENERACIONES
Aunque hasta el momento hemos repasado los requisitos que convierten a un entorno –sea de una ciudad o de un centro– amigable con los mayores, ese ‘todos’ es la llave para abrir una nueva puerta hacia la recopilación de esos cimientos que deben atender los entornos del presente: el valor de las relaciones intergeneracionales.

Decía hace unos años el director de la Cátedra Macrosad de Estudios Intergeneracionales de la Universidad de Granada, Mariano Sánchez, que “para que una sociedad exista, se necesita una conexión entre las sucesivas generaciones”. En su entrevista con este periódico, profundizando en esta declaración suya, Sánchez explica que “una sociedad no es mejor porque proteja de igual modo a unas personas que a otras, sino porque es capaz de atender a cada persona según sus necesidades y capacidades específicas. De hecho, cuestiono que exista realmente algo que se pueda denominar ‘los mayores’; lo único que hay son ‘personas’ que, es cierto, se encuentran en distintos momentos de su trayectoria vital y que está conectadas con ancestros, con personas coetáneas y con quienes han de venir”. 

Que las relaciones intergeneracionales existen es un hecho, como expresa Sánchez a entremayores, pero donde se debería poner el foco es en cómo favorecerlas: “De lo que estamos hablando aquí es de promover intencionadamente esas relaciones, de facilitar que se produzcan. Aquí sí podemos hablar de oportunidad para coser tanto tejido social roto y rasgado como tenemos; la singularidad es que el trabajo intergeneracional cose en el tiempo, entre tiempos”.

En lo que respecta a la apuesta real en España por este tipo de iniciativas, el director de la cátedra se muestra contundente: “No puedo afirmar que España esté apostando por nada en este ámbito. De lo que sí soy testigo en mi trabajo diario es de la existencia de muchas iniciativas emprendidas por una diversidad enorme de actores –por ejemplo, Macrosad, la sociedad cooperativa andaluza con la que colaboro estrechamente– que están real y honestamente convencidos de la importancia de conectar generaciones y, lo que es mejor, están llevando a la práctica todo aquello que pueda favorecer tal conexión”.

Recientemente –el 29 de abril–, con motivo del Día Europeo de la Solidaridad y la Cooperación entre Generaciones, un grupo de personas y entidades aglutinadas en la entidad +Intergeneracionalidad han alzado la voz a favor de “considerar el paradigma intergeneracional como eje principal para plantear y diseñar los horizontes de un nuevo modelo social”. 

En su manifiesto, los promotores de este movimiento expresan que la sociedad ya está demandando cambios sustanciales en el modo de plantear los servicios de atención y cuidado de las personas mayores, y que momentos de crisis como la actual derivada de la Covid “son especialmente propicios para despertar la sensibilidad hacia aquellos que han sufrido más duramente sus efectos”. Desde +Intergeneracionalidad afirman que más allá del tipo o calidad de los servicios, es un momento para “revisar el propio modelo de convivencia, el diseño de la prestación de los servicios por parte de las Administraciones y la definición de los espacios públicos y de interacción social”. Es decir, abogan por un nuevo modo de enfocar las comunidades desde el paradigma intergeneracional, para alcanzar una sociedad centrada en las personas.

Sánchez concluye señalando que “debemos plantearnos que nuestros entornos sean amigables con las personas, con todas las personas. Y a continuación, en cuanto al método para lograr ese fin, podemos trata de ver cuáles pueden ser las dimensiones propias de una vida feliz que habría que atender en ese tipo de entornos. Me parece un error de método arrancar con el concepto de amigabilidad ‘con las personas mayores’ –o centrarnos solo en él– porque corremos el riesgo de seguir separando a esas personas del resto. Habría que fomentar espacios y lugares donde hacer amigos y amigas de todo tipo, de todas las edades, de todos los géneros, de todas las etnias, de todas las capacidades, fuese algo natural, fácil y prioritario”. En definitiva, como él bien dice, apostar por entornos para todos.

DEL QUÉ AL CÓMO: PASOS A SEGUIR
Todos los expertos consultados para este reportaje ahondan, desde sus distintas perspectivas profesionales, en que es un momento decisivo para impulsar las denominadas comunidades cuidadoras. Lo expresaba en su última entrevista a este periódico, el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), José Augusto Navarro, que aseguraba que “las personas necesitan tanto ser cuidados como ser curados”.

En este sentido, Mayte Sancho expresa que “es hora de que las Administraciones promuevan la innovación desde la participación ciudadana, sobre todo ahora. Es un buen momento para que surjan iniciativas creativas que pueden integrar en un concepto mas amplio, que es posible que crezca y se convierta en paradigma: es el de las sociedades de los cuidados, que garantizan la sostenibilidad de la vida y en los que las personas muy mayores son protagonistas. También lo son las personas que envejecen, porque son proveedoras de cuidados muy importantes. Es frecuente observar cómo las mujeres,  especialmente, envejecemos cuidando a los mas mayores en la familia, mientras seguimos transfiriendo apoyos a hijos y nietos, hasta que nosotras mismas empezamos a necesitar ayuda y nos toca situarnos al otro lado de este binomio. Paradoja”.

Para alcanzar este reto, la tendencia es, como expone Laia Isern, “redefinir las ciudades con un concepto clave que mejore la calidad de vida de los ciudadanos: hiperproximidad. Una configuración urbana que limite el impacto ambiental de la vida en la ciudad al reducir significativamente los viajes intensivos en carbono, en los que los residentes pueden satisfacer sus necesidades básicas cerca de casa y que, gracias a su calidad de vida, fomente su bienestar y apego a su zona de residencia”.

‘La ciudad en 15 minutos’ a la que se refieren estas dos profesionales es un ejemplo de ciudad policéntrica que permite imaginar esa ciudad del futuro. “Desde una óptica age-friendly, esta iniciativa reduce la necesidad de desplazarse en vehículo, favoreciendo la reducción de la velocidad del entorno –se favorece el desplazamiento a pie– lo que genera más autonomía y seguridad a los mayores”, declara la arquitecta.

Incidir en la creación de espacios de participación social en los que poder reunir a todos los ciudadanos y que formen parte de la construcción del entorno es el punto común de los profesionales del sector. Para ello, declara Pilar Suárez, es deseable fomentar “la facilidad de acceso a la interacción, la creación de redes de apoyo informal y el seguimiento personalizado de la soledad por medio de los servicios de atención comunitaria”.

Y como colofón a esa visión comunitaria, las Administraciones tienen en su mano la oportunidad de aplicar la perspectiva intergeneracional: “Un primer paso a dar sería mirar alrededor y preguntarse cómo está funcionando las cosas, cómo viven las personas y qué tipo de conexión existe entre ellas, sus deseos, sus necesidades y los sistemas públicos de actuación. En este contexto, el segundo paso podría ser preguntarse si las formas de actuar de una Administración concreta están básicamente dedicadas a conectar e interrelacionar o más bien se siguen abordando las actuaciones de modo fragmentado, en términos de políticas ensiladas en un montón de silos. En tercer lugar, desde luego, esa hipotética Administración de la que hablo podría plantearse abrirle un hueco a la perspectiva de trabajo intergeneracional en sus prácticas, toma de decisión y, sobre todo, en sus actuaciones concretas, esas que verdaderamente tocan las vidas de las personas”.

Fomentar la convivencia de todos los grupos de edad, sacar partido a los avances que brinda la tecnología, situar la accesibilidad en el centro de las acciones y atender las necesidades de cuidado y preferencias de las personas son, como resumen estos profesionales, un excelente punto de partida para empezar a trabajar. Manos a la obra porque, no nos engañemos, aun queda mucha tarea por delante.






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