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‘Las Muchísimas’: la serena felicidad que se logra a partir de cierta edad

La coreógrafa Mariantònia Oliver estrenó recientemente este espectáculo, protagonizado por 17 mujeres de edades comprendidas entre los 61 y los 75 años. Una obra en la que ellas expresan, a través de sus cuerpos, sus sentimientos

I. Domato 14-03-2018

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Angela Nicolau

La obra ‘Las Muchísimas’ es una propuesta artística que habla desde la verdad, desde los sentimientos más profundos de 17 mujeres de diferentes nacionalidades y de edades comprendidas entre los 61 y los 75 años. “Yo no tenía ni idea de que iba a trabajar con mujeres mayores. Yo lo que quería era trabajar sobre un proyecto que se rigiera por un sentimiento colectivo. Es decir, un tema que le pasara a un grupo de gente”, asegura Mariantònia Oliver, la creadora de este proyecto cultural. 

Para entender ‘Las Muchísimas’ es importante saber que este proyecto tiene su germen en ‘Las Muchas’. Esta última es una obra producida por el Teatre Principal de Palma y que nació en el año 2011. Desde esta entidad definen la propuesta como “una pieza con bailarinas de entre 70 y 82 años que revolucionó la visión de la danza contemporánea al poner en escena cuerpos que a pesar de haber envejecido demostraban estar más vivos y estar más entregados que nunca”.

EL NACIMIENTO DE LA IDEA
“Charlando con mi madre, que es una persona de 85 años, me enteré de la falta de libertad que tenía ella cuando era joven, a principios de los años 50. Ella me dijo que su vida por aquel entonces era siempre en grupo. Como individua no podía manifestarse, no estaba bien visto. Siempre se pertenecía a un colectivo. Y de ahí, de estas conversaciones, me vino la idea”, explica Oliver.

“Nosotros somos una compañía residente en un pueblo que se llama Maria de la Salut (Mallorca), de 2.000 habitantes, que es de donde procede mi familia. Allí hice una recolección de mujeres muy dispuestas y con ellas entramos en un proceso de investigación. De ahí salió el tema de tratar todo aquello a lo que ellas no podían llegar, a todo aquello a lo que les estaba vetado. Es por eso que decidimos trabajar desde el ‘no’. Es decir, no podía dar un beso a mi novio en la calle, no podía tener esta iniciativa sola,    etcétera”, comenta. 

Mariantònia Oliver es coreógrafa, bailarina, pedagoga y gestora de proyectos relacionados con la danza.  Por ello, “presté mi cuerpo de bailarina para filtrar toda esa información. Por ejemplo, tengo una pieza que es muy sensual, porque ellas no habían podido serlo. Es decir, le di la vuelta a esta realidad”. Fue entonces cuando desde el Teatre Principal le propusieron hacer ‘Las Muchísimas’. “Yo dije que aceptaba, pero que me apetecía trabajar el ‘sí’. Lo que hicimos fue todo un trabajo sobre el atrevimiento y la felicidad. Se trata de la alegría de ser quien eres, de que estás donde estás y de lo que has conseguido hasta el momento. Se habla de la serena felicidad que tienes a partir de cierta edad, pues te vas quitando compromisos y te vas quitando tonterías”, señala.

“Este es un trabajo que hice como coreógrafa y Joana Gomila como creadora de la música. Ella hizo toda una banda sonora utilizando las voces de las mujeres que trabajaban con nosotras. Hemos trabajado mucho desde el suspiro y la respiración. También hemos probado ritmos con el cuerpo y los hemos incluido en la obra”, declara.

CUERPOS QUE NO SE ESCONDEN
Mariantònia Oliver explica que mientras que en ‘Las Muchas’ las mujeres mayores aparecen durante poco tiempo, hacia el final de la obra (por lo que el grueso del espectáculo lo lleva ella, que canaliza sus sentimientos mediante la danza), en ‘Las Muchísimas’ ellas son las que con su cuerpo llevan el peso del espectáculo. Ellas son en esta ocasión las protagonistas y mediante su propia expresión corporal, cuentan su verdad. “Para mí es muy importante que sean ellas las que tomen el escenario, que sean las verdaderas protagonistas”. En este sentido, Oliver aclara que esta propuesta “es mucho más que una reivindicación”. “La reivindicación es una política del día a día, es una acción cotidiana porque tenemos que luchar en el día a día. Por eso digo que es interesante que hablemos de esos cuerpos políticos, que están ahí, que son una realidad. Lo que vamos a hacer es darles visibilidad desde el hecho artístico”. 

“Nosotras hablamos de cuerpos maduros, pues son mujeres de entre 61 y 75 años. Ponemos esos cuerpos en primer plano. Esos cuerpos que son nuestra realidad y que no necesitamos ni maquillarlos, ni esconderlos, ni disimularlos”, asegura. Y, a pesar de que reconoce no estar a favor de las técnicas de impacto, afirma que “el Teatro Principal redondeó esta propuesta artística haciendo unas pancartas enormes de esas mujeres en las que ellas iban vestidas solo con bragas y camisetas. Es decir, enseñando el cuerpo tal como es. Esto fue un puntazo porque la gente se quedó impactada. Pero este impacto fue muy positivo. Yo, la verdad, no trabajo lo bonito, lo estético. Soy cruda y austera”.

Frente a estas pancartas, durante la presentación oficial de la obra, Oliver aseguró que “el hecho de subir a 17 mujeres sobre un escenario es una apuesta política en sí misma”. En este sentido, explica: “Creo que la política que nosotros podemos hacer es desde nuestro cuerpo. Para mí eso ya es política. Es decir, estoy aquí, estoy enseñando mi realidad, con todas mis perfecciones y mis imperfecciones. No represento a nada más que a mí misma. Para mí esa es la primera política sobre la cual podemos ser fuertes en este mundo. Para mí la política es una actitud. Es cómo te levantas y sales a la calle. Cómo te enfrentas a las situaciones que te brinda esta sociedad”.

MUJERES EN PRIMER PLANO
“Las mujeres, si ya estamos en un segundo plano en la vida social normalmente, a partir de una cierta edad, que es cuando nos jubilamos, estamos en el quinto o sexto plano. Es como si ya no existiéramos”, señala Oliver. “Mi trabajo ha sido poner esto en evidencia”, añade. Para la selección de estas mujeres se pusieron en marcha unos talleres-casting en los que la coreógrafa, en primer lugar, expuso a las asistentes el lenguaje desde el que se iba a trabajar. “Cuando recojo lo que sienten las mujeres y lo traduzco a través de mi cuerpo es mucho más fácil. Pero trabajar con ellas es muy diferente. En estos castings tuve que averiguar hasta dónde ellas tenían su límite de la fisicalidad”, dice. 

“Algo muy importante es ver qué gente puede participar en un proyecto como este, porque no todo el mundo lo aguanta. Tiene que ser gente que esté abierta, que sea colaboradora, que veas que se puede enfrentar a los miedos. Porque estas cosas son vivenciales, tienes que irlas procesando”, comenta. “Yo en el casting no tuve que decirle a nadie si se quedaba o no. Fue algo natural”. De hecho, Oliver asegura que este es un proceso en el que las participantes tienen que ir procesando las ideas: “Hasta la última semana hay cosas que aún las tienes que asentar. Hay momentos en los que ellas me hacían preguntas y yo les respondía que ya irían descubriendo ellas mismas las respuestas. No todo es razonable en el arte. Hay una parte de intuición bastante grande. Pero luego cuando ves que todas las piezas encajan se quedan tranquilas”. 

SIN FRONTERAS
“El Teatre Principal propuso este proyecto porque escuchó unas declaraciones que dije en las que explicaba que estaría bien trabajar de nuevo con todas las mujeres que habían participado en ‘Las Muchas’. Era como un sueño. Entonces ellos me desafiaron a hacer un nuevo proyecto con ellas. Pero era consciente de que trabajar con todas era imposible porque había personas de muchos lugares”, explica. Y es que este proyecto se había desarrollado en varios puntos de España pero también de Europa. Uno de esos lugares fue el Festival de la Mujer de Ljubljana (Eslovenia). “Fui a Eslovenia con las mujeres de Mallorca y trabajé con mujeres de allí”, indica. Fruto de esa reunión surgió la colaboración con participantes de ese país. A ellas se sumaron mujeres catalanas y otras mallorquinas.

“Culturalmente tenemos diferencias y tenemos similitudes. Las eslovenas son cuerpos con una presencia más dura y extrema. Son bálticas. Las catalanas son mujeres muy activas, muy entregadas, con una gran capacidad de trabajo y sin una queja. Entre las mallorquinas había más variedad porque en realidad solo una era de Mallorca. Otra era vasca, otra de Madrid...”, señala. Esta diversidad dejó entrever también las diferentes actitudes ante la vida de estas mujeres. Oliver afirma que todas ellas “tienen mucho interés al principio. Luego se ve que se sorprenden al ver cómo las voy despojando de todo lo que les impide expresarse. Yo las veo muy contentas con el resultado, con muchas ganas de seguir adelante”. Y es que, como explica, “el hecho de poder enseñarse en un proyecto artístico aporta una energía muy especial. El poder enseñar peculiaridades suyas delante de un gran público es algo muy particular”. 

“Por ejemplo, hay una de estas mujeres que es mi primera profesora de danza. Ella tiene 67 años y no había bailado desde joven delante de un público. Para ella fue muy emocionante poder bailar de nuevo y con honestidad”, dice. En este sentido, señala que “la honestidad es una palabra que aquí está por delante de todo. Para ellas poder sentirse honestas, es decir, que el espectáculo no les exija representar nada que no son es una inyección de energía muy potente”.

Otro ejemplo es el de “la mujer de 75 años que es de mi pueblo. Ella no para de agradecerme el haber empezado este proyecto. Ella me dice que le he alargado la vida. Esta mujer se marca un solo maravilloso. Ella nunca se hubiera imaginado que a esa edad ella bailaría un solo delante de 2.000 personas. Y sin hacer ningún paripé, sin imitar las pautas de una danza en particular. Es su danza. Todo ello aporta confianza. Es un valor, es demostrar que no se es invisible”.

VOCACIÓN SOCIAL
Oliver asegura que ella es un “animal político”. Tanto es así que su carrera profesional ha estado marcada por diversos proyectos de corte social. “Creo que mi trabajo como artista es ayudar a la gente con la que trabajo a empoderarse, a sentirse fuerte, a sentirse a sí misma. No soy una coreógrafa que diseña unos movimientos en el espacio en un tiempo para que tú te los aprendas. Soy una coreógrafa que te da herramientas para que te expongas. Sobre eso compongo. Trabajo, por tanto, con lo que hay”. De hecho, comenta que  ha trabajado con personas de edades muy diferentes y con formación artística y sin ella. “Con los bailarines llegas a unos lugares y con las mujeres llegas a otros. Incluso una vez tuve la oportunidad de juntar a bailarines profesionales con niños y fue una maravilla. Es decir, la creación es un espacio compartido”, señala. 

“Es importante que hablemos desde nuestra energía. A veces no es un tema especifico, es una energía específica. No siempre hace falta hablar explícitamente de lo que nos hace falta o de lo que va mal. Creo que a veces, sin hablar de un tema en concreto ya decimos mucho. Nuestro cuerpo es político si damos salida a la necesidad de la que tenemos de hablar”, explica la coreógrafo. Su trabajo desde el campo de la Pedagogía se hace fundamental en este sentido. “Yo trabajo como pedagoga incentivando a un cuerpo para que los cuerpos estén disponibles para lo que estos necesiten y quieran. Que no se trabaje artísticamente solo por estética, sino que también se escuchen a sí mismos. Es que sino somos borregos que vamos repitiendo estructuras y haciendo cosas bonitas pero nada más”, concluye.



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