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Alberto Rábano / Director del Banco de Tejidos de la Fundación CIEN (BT-CIEN)

'Sin bancos de cerebro, hoy no podría haber investigación de enfermedades neurodegenerativas'

Hablamos con Alberto Rábano, director del BT-CIEN, sobre biobancos, donación de cerebros e investigación en enfermedades neurodegenerativas

A. Lemos 08-11-2019

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Pregunta.- Usted es uno de los mayores impulsores de los bancos de cerebro en España y director científico del Banco de Tejidos CIEN (Centro de Investigación en Enfermedades Neurológicas), pero ¿qué son exactamente y qué actividades se desarrollan en ellos?

Respuesta.- Los bancos de cerebros, o bancos de tejidos neurológicos, son un tipo especial de biobanco, cuyo objetivo es obtener tejido cerebral y otras muestras biológicas de interés neurológico para su uso en investigación. Hoy se habla con frecuencia de biobancos en el ámbito de la investigación biomédica, y con este término designamos todo tipo de archivo de muestras biológicas (sangre, tejido procedente de biopsias o de operaciones quirúrgicas, etcétera) que permiten investigar con ellas. En España, como en otros países europeos, toda la actividad de los biobancos está regulada a través de una normativa legal específica. Hoy, la mayoría de los hospitales españoles y europeos disponen de un biobanco. Un banco de cerebros es, como digo, un tipo especial de biobanco, y no siempre está ubicado en un hospital. Así ocurre, por ejemplo, con el Banco de Tejidos CIEN, situado en el Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía. Una de las cosas que hace especiales a los bancos de cerebros es que sus donaciones se obtienen una vez que el donante ha fallecido, y por eso decimos que son donaciones post mortem. Una persona puede hacerse donante en vida, muchos años antes de fallecer, pero el tejido cerebral no se extrae hasta unas horas después de su fallecimiento. Otra característica de los bancos de cerebros es que también hacemos, en el tejido donado, el diagnóstico definitivo de la enfermedad. Por eso los que trabajamos en este tipo de biobancos somos neuropatólogos.

P.- ¿Qué papel desarrolla la existencia de estos biobancos en el ámbito de la investigación de las patologías neurodegenerativas?

R.- Desde hace décadas, el conocimiento principal sobre las lesiones cerebrales características de cada patología neurodegenerativa procede del estudio de cerebros de donantes; y también el conocimiento de las bases moleculares de esas lesiones, que es lo que permite plantear posibles tratamientos con fármacos. Esto sigue siendo así, y aunque se han desarrollado métodos experimentales muy sofisticados para analizar algunos aspectos concretos de estas enfermedades (cultivos de células, animales transgénicos, células progenitoras inducidas, entre otros), el tejido cerebral humano sigue siendo el único que contiene la enfermedad tal como se da realmente en el ser humano. En los bancos de cerebros, comprobamos esto todos los días, porque los investigadores con frecuencia nos solicitan muestras de tejido cerebral de una enfermedad determinada para tener una referencia de lo que observan en sus modelos experimentales. Sin bancos de cerebros, no podría haber hoy investigación en este tipo de enfermedades.

P.- ¿Cree que la actuación independiente entre BT-CIEN y la Organización Nacional de Trasplantes dificulta la donación de cerebro?

R.- Efectivamente, las donaciones de tejido cerebral, aunque se realizan tras el fallecimiento del donante, no se encuentran en el ámbito de actuación de la ONT. El tejido cerebral no se trasplanta, aunque a partir de él se pueden obtener células, y esto ha ocurrido en el pasado con tejido cerebral fetal, que se pueden implantar en el cerebro de un paciente como tratamiento para algunas enfermedades neurodegenerativas. Siempre hemos intentado que nuestro mensaje se diferenciara muy bien del de la ONT para no crear confusión ni malentendidos en los posibles donantes. Existen las donaciones para trasplante, y en ese campo sabemos que nuestro país es líder mundial desde hace años (en número de donantes y en número de órganos trasplantados), y existen las donaciones para investigación, como las donaciones de cerebro. Sin embargo, en ocasiones, estos dos tipos de donación son compatibles. En algunos hospitales españoles que cuentan con un banco de cerebros, se ha conseguido realizar la donación de cerebro a partir de un donante de órganos para trasplante, porque así lo había deseado o autorizado el donante o sus familiares. En cualquier caso, nos interesa diferenciar muy bien estos dos tipos de donación.

P.- Usted afirmó que, cada año, se realizan 500 donaciones de tejido cerebral, una cifra que celebra. ¿Por qué cree que hay tan buena predisposición, por parte de la ciudadanía, a donar su cerebro?

R.- No lo sabemos con certeza, pero creo que en parte podemos tener una explicación a partir de lo que acabo de comentar sobre las donaciones de órganos en nuestro país. El éxito de la ONT, como se ha comentado mucho, depende de un modelo organizativo muy bien diseñado, que ha sido adoptado por otros países que han conseguido así aumentar sus tasas de donación. Sin embargo, también es posible que en nuestro país haya una mayor disposición a donar, a ayudar a los demás. La donación de cerebro comenzó en nuestro unas tres décadas más tarde que en los países anglosajones, pero creo que hemos recuperado el tiempo perdido y, aunque no podemos afirmarlo todavía con datos, creo que hoy tenemos en España una de las tasas de donación de cerebro más altas del mundo. Otro factor importante, que no he dejado de admirar desde que comenzamos con nuestro primer banco en los años 90, es la promoción de la donación de tejido cerebral que hacen las asociaciones de pacientes y familiares. Algo que no es muy conocido, y que a mí me gusta contar, es que en nuestro país hay bancos de cerebros y programas de donación de tejido cerebral que se han puesto en marcha gracias al empuje y el entusiasmo de asociaciones de pacientes y familiares.

P.- Su actividad investigadora gira en torno a las neuropatologías. Son muchos años de investigación en Alzheimer y Parkinson, pero todavía no se conoce causa ni tratamiento exactos para ninguna de las dos. ¿Qué es lo que impide avanzar?

R.- La investigación de los neuropatólogos que, como yo, estamos vinculados a un banco de cerebros, está dirigida principalmente a clasificar adecuadamente todas las patologías que están presentes en cada cerebro donado. En estos últimos años se han descrito nuevas patologías que antes veíamos, pero aún no nos dábamos cuenta de que eran enfermedades con entidad propia. Esto es muy importante para que tenga sentido el trabajo de los investigadores básicos, que son los que buscan entender de verdad las causas y los mecanismos de las enfermedades. Ahí está el problema para encontrar un tratamiento eficaz. Las llamamos “enfermedades complejas”, precisamente porque no encontramos una, ni cinco ni cincuenta causas que expliquen las lesiones que observamos en los pacientes. Se trata, más bien, de una complejísima red de pequeñas causas, tan compleja como las células y los tejidos que sufren la enfermedad. Otro aspecto de esta inmensa complejidad es que son enfermedades difusas, que afectan a extensas regiones del sistema nervioso. Hay enfermedades neurodegenerativas que podemos atribuir a una sola causa, una mutación genética, como la enfermedad de Huntington, pero esta mutación afecta a todo el sistema nervioso, y esto las hace, de nuevo, enormemente complejas con vistas a encontrar un tratamiento eficaz. Sin embargo, es en estas enfermedades genéticas donde el desarrollo de un tratamiento eficaz puede estar más cerca.

P.- Existen muchas vías de investigación abiertas actualmente en el ámbito del Alzheimer, y la mayoría están enfocadas en la detección temprana de la enfermedad. ¿Qué opina sobre esta tendencia?

R.- El estudio del tejido cerebral nos indica que se trata de un enfoque correcto, y, de nuevo, ha sido el estudio de miles de cerebros donados el que ha permitido conocer la historia natural de la enfermedad de Alzheimer décadas antes de que aparezca un trastorno cognitivo. Es lo que ahora llamamos la “enfermedad biológica”, que se desarrolla mucho antes que la “enfermedad clínica”. Es una cuestión estratégica, si encontramos un fármaco que sea eficaz frente a los procesos básicos de la enfermedad de Alzheimer, la formación de placas y de ovillos, y la muerte neuronal asociada, este tratamiento deberían recibirlo las personas “en riesgo”, debido a la presencia, en su cerebro, oculta, por decir así, de la enfermedad biológica. Esto permitiría tratar la enfermedad antes de que la pérdida de millones de neuronas haga irreversibles sus consecuencias clínicas, el deterioro cognitivo y la demencia. Para ello, necesitamos encontrar biomarcadores que pongan de manifiesto estas lesiones. Aun así, creo que no debemos olvidar ni abandonar la investigación en las fases avanzadas de la enfermedad. Cuando una persona es diagnosticada de enfermedad de Alzheimer puede tener por delante, ella y sus familiares, 10, 15, 20 o más años de una enfermedad lentamente progresiva. También tenemos que investigar en procedimientos que hagan la vida más llevadera a los pacientes durante estos años, y esto es precisamente lo que hacemos en el Centro Alzheimer de la Fundación Reina Sofía. Durante su estancia en el centro, conseguimos una gran cantidad de datos clínicos, analítico y de neuroimagen, y en la mayoría de casos, obtenemos también el tejido cerebral donado cuando el paciente fallece. Esto nos está permitiendo entender la diversidad de lo que hoy llamamos enfermedad de Alzheimer, que en realidad engloba diferentes combinaciones de patologías, algunas de las cuales estamos empezando a entender ahora.

P.- En este sentido, usted afirmó que la capacidad de diagnosticar la enfermedad años antes empieza a acercarse. ¿Realmente estamos tan cerca de que el ámbito clínico realice diagnósticos precoces?

R.- Sí, estamos muy cerca, y creo que pronto podremos decir si una persona con un conjunto determinado de biomarcadores positivos tiene una probabilidad alta (esto siempre habrá que matizarlo en términos estadísticos) de desarrollar la enfermedad en dos, cinco o diez años. El problema es que, mientras no dispongamos de un tratamiento eficaz para modificar realmente la trayectoria de la enfermedad, este tipo de predicciones plantea unos problemas éticos enormes. ¿Para qué puede servirle a alguien este tipo de información? Es cierto que hoy conocemos algunas medidas que pueden retrasar ligeramente la aparición de la enfermedad clínica, por ejemplo, el ejercicio físico regular, pero son medidas que todos deberíamos adoptar con vistas a la prevención de diversas patologías crónicas. Sería deseable que se alcanzara una alta capacidad predictiva de la aparición de la enfermedad de Alzheimer a la vez que descubrimos, por fin, que alguno de los numerosos fármacos que se están ensayando para su tratamiento muestra un efecto real sobre su curso.

P.- Hace poco, se constituyó el Grupo de Trabajo Ibérico en Neuropatologías, integrado por expertos de Portugal y España y en el que usted participa. ¿Qué puede adelantar sobre esta confluencia internacional?

R.- Con los colegas portugueses estamos iniciando una colaboración muy interesante y prometedora. Nuestra primera reunión formal tuvo lugar el pasado 7 de octubre en Salamanca, y tenemos prevista su incorporación inmediata al Grupo de Trabajo de Bancos de Tejidos Neurológicos que nació del primer Simposio de este tipo de biobancos en nuestro país, celebrado hace aproximadamente un año, también en Salamanca. Todos los bancos de cerebros del país forman parte de esta estructura de cooperación, y estamos trabajando muy activamente para poner en común nuestros procedimientos, nuestras donaciones, y para alcanzar la máxima eficacia en nuestro trabajo. Es algo a lo que nos obliga la responsabilidad y el compromiso que asumimos al recibir algo tan importante como la donación de un órgano de una persona fallecida. La incorporación de Portugal es muy importante en este contexto, no solo porque en tantas cosas nos sentimos algo más que vecinos, y nos damos cuenta también cuando ponemos en común nuestra manera de trabajar, sino porque los dos países juntos podemos acceder con más facilidad a ayudas e iniciativas europeas para obtener recursos y mejorar nuestro trabajo.



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